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Columnistas | PUBLICADO EL 20 noviembre 2022

Llenos de dioses

Reconocer lo sagrado implica aceptar que la vida va más allá de lo material, es recordar nuestra dimensión espiritual que tanta falta hace en estos tiempos.

Por David Escobar Arango* - david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

Una de las palabras que resuena con más contundencia en mi corazón es entusiasmo. Su etimología es potente: “estar lleno de dioses”. Las personas que más admiro son entusiastas, caminan por el mundo poseídas por cierto espíritu, desbordadas. El mundo natural es entusiasta, se me ocurre mientras escribo. Cuando nos conectamos con la naturaleza comprendemos que cada ser que encontramos es un sujeto, no un objeto, con el que conformamos una comunidad, no solo ecológica sino espiritual. Quisiera creer que las manifestaciones mágicas de la energía de la vida, permíteme llamarlas dioses, son una realidad irrebatible. ¿Conversamos sobre los espíritus que contenemos y nos acompañan y de por qué hemos querido acallarlos en la sociedad occidental moderna?

Para que no se confundan los más religiosos, a quienes respeto, no se trata de atacar la idea de Dios, con mayúscula, de las culturas monoteístas. Los espíritus, o los dioses, son los flujos de energía de todo lo que existe. Antiguas culturas encuentran, por ejemplo, un espíritu en cada elemento de la naturaleza. La luna, la montaña, el ave, el río, la nube, el árbol, el insecto, el jaguar, la anaconda ... cada uno de ellos contiene características de lo sagrado. Esos dioses nos hablan, nos señalan el camino, existimos porque existen. “Somos humanos solo en contacto y convivialidad con lo no humano”, escribió David Abram en su hermosísimo libro The Spell of The Sensuous.

Reconocer lo sagrado implica aceptar que la vida va más allá de lo material, es recordar nuestra dimensión espiritual que tanta falta hace en estos tiempos. Cuando uno mira, por ejemplo, el increíble proceso de la fotosíntesis, puede explicarlo desde un enfoque científico, pero no puede ignorar toda la magia que hay en ese matrimonio sagrado entre la luz del sol y el agua de la tierra que da origen a todo lo vivo. Todo es un milagro, entender no es lo mismo que comprender.

Durante milenios, en todas las culturas humanas, esta dimensión espiritual, las historias de los dioses, acompañaron nuestro viaje. Hace un tiempo, relativamente poco para el largo recorrido de nuestra especie, decidimos, sin embargo, matar a los dioses, pensamos que la mente y la materia todo lo podrían. Pero esto nos ha costado caro, miles de millones de personas caminan desoladas al borde del abismo. Sin espiritualidad estamos huecos, caminamos cojos. “Los dioses saben mejor que nosotros / lo que nos hace falta. Les pedimos un hijo / y nos mandan un lobo, y no los comprendemos”, dice José Vicente Piqueras en su poema Los dioses dentro, que inspira esta carta.

Quizás la respuesta al cambio climático, a nuestros desafíos sociales, a la sacudida que ha recibido nuestra salud mental y física en el mundo moderno tenga que ver con revivir a los dioses, escucharlos, aprender a agradecer, tener rituales personales y familiares que nos ayuden a apreciar mejor el mundo para poder, en consecuencia, apreciarnos mejor. Provoquemos la tertulia con este otros versos del mismo texto: “Los dioses no comprenden la extraña insensatez / con que hemos decidido acabar con nosotros / acabando con ellos, el orgullo / con que los despreciamos / Los dioses piden poco: que no los olvidemos”. ¿Será que olvidar a los dioses, querer prescindir de ellos, teniéndolos dentro, podría considerarse, entonces, como una carencia de instinto de conservación?

David Escobar Arango

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