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Las grietas del sistema

La historia de Aleysha Ortiz sirve para recordar las grietas de un sistema por el que se cuelan cientos de jóvenes cada año en el que se ha definido como uno de los países más avanzados del mundo.

22 de octubre de 2024
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Por Lina María Múnera Gutiérrez - muneralina66@gmail.com

El caso de Aleysha Ortiz, una estudiante que se graduó de un colegio en Estados Unidos sin saber leer ni escribir parece mentira, pero ha destapado una realidad que muchos profesores apenas se atreven a denunciar. Su historia sirve para recordar las grietas de un sistema por el que se cuelan cientos de jóvenes cada año en el que se ha definido como uno de los países más avanzados del mundo.

Connecticut es uno de los estados más ricos y desiguales de ese país del norte. Allí se encuentran ciudades como Greenwich, donde se mezclan grandes fortunas y fondos de inversión en un baile de cifras que marean. O Hartford, ciudad en la que, para los más literatos, queda la casa museo de Mark Twain, quien escribió allí algunas de sus obras más importantes como Las aventuras de Tom Sawyer o El príncipe y el mendigo. Y para los más televisivos, era el lugar donde residían los abuelos millonarios de la protagonista de la serie Gilmore Girls.

Pues bien, fue en los colegios públicos de esta población donde estudió desde los 6 años la puertorriqueña Aleysha y donde nunca nadie se preocupó por enseñarle a leer o a escribir, a decir la hora o a contar dinero. Cómo logró superar cada año escolar es un mérito que se le debe solo a ella, quien se las ingenió como pudo en la secundaria para grabar los audios de las clases y luego memorizar los contenidos cuando llegaba a su casa.

A Ortiz la clasificaron como una estudiante con discapacidad desde pequeña, le diagnosticaron un impedimento del habla y un trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), pero la abandonaron y la trasladaron de una clase a otra sin que nadie se preocupara por enseñarle algo en realidad.

Aleysha cuenta que su experiencia educativa fue traumática. Como era tan inquieta, llegaron a sujetarla ilegalmente, pasó meses en aulas sin un maestro de educación especial y fue ridiculizada por personal que no estaba capacitado para manejar su caso y que se reía de ella. Aislada, sentada en la parte de atrás del salón durante años y sin poder hacer los mismos trabajos que sus compañeros, lo que vivió es de una negligencia educativa vergonzosa y por eso, al graduarse este año, decidió denunciarlo.

Solo su afán de aprender por sí misma para compensar las carencias que tenía la salvó y le permitió ser admitida en la Universidad de Connecticut. Pero su caso no es único y por el contrario parece que sucede con muchos estudiantes en Hartford a causa del poco personal y la velocidad con la que tienen que seguir los procedimientos.

El ejemplo de Ashley se puede extrapolar a otras miles de escuelas en ese país y explica también que Estados Unidos, a pesar de todo su poderío económico, tiene un 21 por ciento de su población, - 43 millones de adultos- clasificada como analfabeta funcional. Ese es un precio muy alto a pagar para una potencia que lidera el mundo y cuya brecha en educación debería ser mínima a estas alturas.

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