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Hay semanas en las que tantos temas cercanos y lejanos preocupan que simplemente dan ganas de emprender la huida a ninguna parte. Acercarse a la actualidad hoy implica pensar en dolorosos atentados, medidas que corroen las democracias, ataques a la ciencia y la educación, escándalos de corrupción y nuevos frentes abiertos en guerras que se agudizan. Hasta que de repente una noticia pequeña expone una idea sencilla, de esas que oxigenan, ilusionan y reconcilian.
Jacqueline Asiimwe, abogada africana nacida en Uganda, ha convertido el simple y cotidiano acto de caminar en una plataforma para dar a conocer causas con las que está muy sensibilizada. Todo comenzó cuando se unió a un reto promovido por Activate Uganda que consiste en caminar o correr al menos 3 kilómetros cada día durante 100 días consecutivos.
Lo que empezó como un compromiso con su estado físico fue convirtiéndose poco a poco en algo mucho más profundo. Le hizo recordar esos días de la infancia en los que su familia no tenía carro y caminar hacía parte de su vida diaria. Así iba al colegio, a la iglesia, al mercado, al hospital o a visitar parientes. Esas caminatas, tantas veces en compañía de su mamá, eran en realidad momentos de observación, de comunión y de fortalecimiento de esa habilidad vital llamada resistencia. Y con la perspectiva que da el tiempo, también entendió que esa fue su forma de descubrir la fuerza que se encuentra en la compañía.
Comenzó a invitar a sus compañeros de equipo en la organización que lidera a tener reuniones para hablar con toda libertad de sueños, miedos y aspiraciones mientras caminaban. Y de allí pasó a invitar a líderes de diferentes áreas. Así nació Walk. Talk. Conect. (Camina. Habla. Conecta.), una plataforma desde la que Jacqueline publica en sus redes sociales las historias que surgen de esas caminatas con estudiantes, políticos o artistas, entre muchos otros.
Caminan sin guion y se dejan llevar por el momento. Siguen su curiosidad y se dan la oportunidad de conectar. A veces el motivo es lanzar una campaña, otras hacer el duelo de una pérdida o celebrar un cumpleaños. Cada historia constituye una experiencia humana enriquecedora que entreteje relaciones, ideas y causas, que da sentido de comunidad.
Hasta la fecha ha completado 435 caminatas y ha compartido una historia detrás de otra. No ha parado ni siquiera durante sus viajes por Nairobi, Dakar, Harare, Bangkok o Johannesburgo. A donde va camina con la intención de escuchar y honrar las historias que le cuentan. Y sabedora de las dificultades que encuentran muchas mujeres en el mundo para moverse libremente a causa de la estructura social en la que viven, de la religión o de la guerra, Asiimwe camina con la intención de mantener un espacio inclusivo y expansivo.
Su aprendizaje, que proviene de una idea sencilla, nos puede servir a muchos para no desesperar: “Vivo en un estado de gratitud, por el camino, por la gente, por el regalo de caminar, hablar y conectar”.
