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Levantar la mano sobre uno mismo

En algún momento, más pronto o más tarde, todos nos enfrentamos a lo que la gente llama suicidio, y la proximidad del acto hace que no tenga nada que ver con una pequeña noticia en el periódico.

31 de enero de 2025
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  • Levantar la mano sobre uno mismo

Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com

Vaya a saber por qué, enero, para mí, siempre es un mes que trae su muerte bajo el brazo. No tengo explicaciones científicas, no he buscado ningún estudio, nada, solo sé que en enero, desde que murió mi abuelo de un infarto y vi llorar a mi padre al teléfono, apenas recibió la noticia, este primer mes del año trae su sorpresa, casi siempre hay que enfrentar un duelo. Pero a la muerte en este enero se le ha ido la mano: la tía de alguien querido, el suegro de mi hermano, una muy buena amiga de mi madre, el papá de un amigo de la universidad, el primo de un conocido, el librero de Entrelibros: Santiago Betancourt Parra.

Y si hago énfasis en Santiago es porque apenas me enteré de su muerte, a través de un mensaje que mandó por el chat la librería, no lo podía creer, leí varias veces las palabras que empezaban: “Gracias a la vida por habernos permitido coincidir con Santi...” y las últimas líneas remataban con: “Gracias, Santi, por ser parte de nuestra historia. Vuela alto. QEPD”. No puede ser, cómo, si apenas tenía 45 años, qué le pasaría, estaría enfermo, tendría un accidente, las miles de hipótesis que surgen ante la incertidumbre, y al rato, uno siempre termina enterándose, así la causa no importe porque la conclusión es la misma, alguien me cuenta que, como escribió Jean Améry, Santi “levantó la mano sobre sí mismo”.

Jean Améry, que en realidad se llamaba Hans Mayer, estudió Filosofía y Letras en Viena, estuvo en Auschwitz y tras la liberación en 1945 viajó a Bruselas donde empezó su carrera como escritor y crítico. En 1976 publica su libro “Levantar la mano sobre uno mismo, discurso sobre la muerte voluntaria”, y en 1978 decidió quitarse la vida en Salzburgo. Por estos días me he refugiado en ese librito subrayado para seguir entendiendo la ‘muerte voluntaria’, que es como prefiere llamarla Améry. “Quien da el salto no necesariamente se ha hundido en la locura, ni siquiera está en todos los casos ‘trastornado’ o ‘perturbado’. La inclinación a la muerte voluntaria no es una enfermedad de la que uno haya de ser curado como de las paperas”.

En algún momento, más pronto o más tarde, todos nos enfrentamos a lo que la gente llama suicidio, y la proximidad del acto hace que no tenga nada que ver con una pequeña noticia en el periódico. Una vez más, me topo con el acto, y más que tratar de buscar respuestas a lo que Santi decidió, simplemente trato de aclarar su muerte mediante la empatía y la libertad. Ya está.

Una librería queda huérfana, Entrelibros, seguramente cerrará sus puertas porque Santi era el alma y renunció a todo para construir este proyecto en La Ceja, que no fue nada fácil sostener. Ojalá me equivoque, porque en estos momentos donde la barbarie del mundo es tan enfática, sí que necesitamos espacios donde no sucumba el humanismo, donde sigamos creyendo en algo.

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