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Columnistas | PUBLICADO EL 20 noviembre 2021

Las duras lecciones de Dinamarca sobre la confianza y la pandemia

Por Rebecca Adler-Nissen redaccion@elcolombiano.com.co

Desde mediados de septiembre, Dinamarca ha intentado vivir como si la pandemia hubiera terminado. Las escuelas y los lugares de trabajo están abiertos. Hasta el viernes, se podía ir a un bar, una discoteca, un restaurante, un cine, el gimnasio y los estadios deportivos sin mostrar prueba de vacunación. No hubo distanciamiento social ni restricciones a las grandes reuniones, incluso en interiores. Las mascarillas son raras en los espacios públicos, excepto en los aeropuertos.

Pero el hecho de que la mayoría de las restricciones hayan desaparecido no significa que la enfermedad lo haya hecho. Los casos han aumentado rápidamente desde que se levantaron todas las restricciones en septiembre.

En respuesta, el gobierno ha reintroducido su pasaporte de vacunas e inmunidad para lugares con multitudes de más de 200 personas y para áreas al aire libre con más de 2.000 personas. Las mascarillas también podrían regresar a medida que se acerca el invierno. Más del 90 % de los daneses apoyan las nuevas medidas.

Pero el futuro es incierto. La confianza, si se mantiene, podría marcar la diferencia. Las victorias y los errores del país pueden servir como lecciones de por qué la transparencia es fundamental para navegar la incertidumbre.

El desempeño de Dinamarca hasta este momento se debe a tres factores importantes.

En primer lugar, Dinamarca tiene una alta confianza social e institucional en comparación con otros países (el 90 % de los daneses dice tener una confianza alta o moderada en las autoridades sanitarias del país), junto con una alta disposición a vacunarse. En segundo lugar, Dinamarca tiene un bajo grado de polarización política y desinformación. Y tercero, el país adopta samfundssind, una palabra danesa que se traduce libremente como “espíritu comunitario”. Si bien el país se esfuerza por incluir a todos los residentes en este dicho, especialmente a las poblaciones inmigrantes, Dinamarca es generalmente una sociedad de confianza con una fuerte ética comunitaria.

Los confinamientos temporales ocurrieron sin una gran reacción en Dinamarca. Nunca hubo toques de queda y las limitaciones en las reuniones en hogares privados se lograron a través de recomendaciones ampliamente aceptadas de las autoridades de salud, en lugar de leyes. Cuando se aprobaron las vacunas, los daneses se vacunaron rápidamente.

El gobierno danés se apoyó en esta confianza desde el comienzo de la pandemia, a través de reuniones periódicas de prensa transmitidas a nivel nacional. Compartieron mensajes coordinados basados en información objetiva sobre el coronavirus, al tiempo que subrayaron las obligaciones morales de los daneses entre sí. “Debemos permanecer unidos y mantener la distancia”, dijo la primera ministra Frederiksen en una conferencia de prensa al anunciar el cierre del país en marzo de 2020.

Pero la confianza, que es crucial para que la respuesta de Dinamarca a la pandemia sea un éxito, puede, en algunos casos, empoderar a las autoridades para ir demasiado lejos sin resistencia institucional o pública. La caída más significativa en la confianza de los daneses en el gobierno ocurrió poco después de un evento que se llama localmente Minkgate y que implicó el sacrificio de 11 millones de visones para sofocar la propagación de una mutación del coronavirus y de paso la destrucción de una industria.

Pero resultó que el gobierno no tenía la autoridad legal para dictar tal orden. Ese descubrimiento fue un escándalo. Hay una investigación pública continua que culminará con el interrogatorio de la primera ministra en diciembre.

Aunque la confianza de los daneses en el gobierno ha aumentado de nuevo desde Minkgate, no se ha recuperado por completo. Minkgate demostró que el hecho de que a veces el electorado dé a los gobiernos una amplia libertad para actuar de manera agresiva no significa que deban dar por sentado ese permiso.

A medida que aumentan los casos y se reintroducen las restricciones, existe el riesgo de que la unidad que los daneses sienten entre sí se vea desafiada si la pandemia se vuelve a calentar gracias a que las personas no vacunadas se enferman y propagan el virus.

La confianza sigue siendo fundamental para poner fin a las pandemias. Lograrla requiere transparencia, apertura y voluntad para aceptar la incertidumbre. Este puede ser el desafío más crítico para las sociedades posteriores al covid-19. Esperemos que podamos confiar el uno en el otro lo suficiente como para abordar este desafío de manera abierta y honesta

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