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Columnistas | PUBLICADO EL 16 marzo 2020

La tormenta perfecta

Por Enrique López Encisoealopezen@gmail.com

Se están juntando todos los elementos para hacer de esta turbulencia de la economía mundial, una tormenta con efectos inesperados, la tormenta perfecta. La posibilidad de capotear ese mal momento y de que se despejen los riesgos de una recesión va a depender de cómo reaccionen las autoridades económicas en todo el mundo.

China está tratando de reparar su maltrecha economía después de la batalla con el Covid-19, pero está muy frágil. Europa inicia el tortuoso camino para enfrentar la enfermedad todavía con costos difíciles de cuantificar. De Estados Unidos ya se dice que podría estar llegando al fin su larga expansión económica que comenzó en junio de 2009, la más larga desde la Segunda Guerra Mundial. El coronavirus se está expandiendo no solo como un contagio biológico sino como un contagio financiero. Los temores de los participantes en los mercados financieros se están reflejando en los colapsos recurrentes de los mercados de valores.

Como dice el profesor Roger Farmer (Contagio, marzo 5 de 2020), si bien las fluctuaciones en las bolsas de valores no se reflejan en las estadísticas laborales, todo cambia si son persistentes. Para ese autor una caída constante del 30 % en los mercados bursátiles en EE. UU., lleva a que la tasa de desempleo alcance el 13,5 %. En esta ocasión, si no se hace nada, los mercados bursátiles están amplificando lo que comenzó con un problema de abastecimiento en China.

Son dos los canales por los cuales las caídas en los mercados bursátiles afectan la economía. En los dos casos está involucrado el llamado efecto riqueza, que se produce cuando un agente económico percibe que aumenta o cae su riqueza, y esto lo lleva a aumentar o disminuir, respectivamente, su gasto corriente. Los hogares, por ejemplo, reaccionan reduciendo su consumo ante la caída de sus portafolios de acciones, que Estados Unidos son una parte muy importante de la riqueza. Las pequeñas y medianas firmas sufren por la disminución en el valor de la riqueza de sus propietarios y se genera una reacción en cadena de bancarrotas y despidos de trabajadores.

Pero el elemento novedoso que ha aparecido últimamente es la llamada guerra del petróleo iniciada por Arabia Saudita y Rusia, que tiene el potencial de agravar aún más las cosas y ya hizo que los precios del crudo se desplomaran. El tema es que Estados Unidos es el primer productor mundial de petróleo y llegó a esa posición a partir de sus yacimientos no convencionales, explotados a unos costos muy altos y requerimientos de inversiones muy grandes para crecer, a medida que los nuevos pozos declinen en su producción.

Es posible que esas empresas petroleras enfrenten dificultades, ya que como muchas en Estados Unidos están muy endeudadas y deban financiar sus deudas, lo que no parece posible, con las acciones desplomándose. Impulsadas hasta ahora por el boom económico y las bajas tasas de interés, las empresas estadounidenses se sobreendeudaron y las petroleras, en particular, enfrentan hoy esa situación con un precio del petróleo a la baja. El peor de los mundos, pues, en esas condiciones el choque inicial se amplifica por el efecto riqueza. Hay una bomba de tiempo que ojalá pueda ser atendida, pues la nueva crisis financiera mundial puede gestarse en el subsuelo.

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