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El cambio climático no es una amenaza remota. Está teniendo lugar ahora mismo. Nos lo demuestran los incendios gigantescos que han devastado las selvas de la Amazonia y los bosques del Ártico, el hielo que se está derritiendo en Groenlandia y el Océano Ártico, y el terrible huracán que ha devastado las islas Bahamas. Este es el mensaje que nos envían millones de jóvenes que marcharon esta semana por las calles de las principales ciudades del mundo para pedir a la Organización de las Naciones Unidas y a los gobiernos de todo el planeta que declaren la emergencia climática y tomen medidas urgentes para una transición hacia el uso de energías 100% limpias antes de que sea demasiado tarde.
Las marchas fueron lideradas por la estudiante sueca Greta Thunberg, de 16 años, quien este año comenzó a faltar los viernes a su escuela para protestar frente al Parlamento de su país por la falta de medidas del gobierno para enfrentar esta catástrofe ambiental heredada de sus mayores.
La joven viajó hasta Nueva York en un barco velero movido por energías limpias ―aprovechando la fuerza del viento y la luz del sol― para participar en una manifestación a la que asistieron unos 250 mil jóvenes, la primera de unos 5.000 actos de protesta en 156 países que culminarán el viernes 27 de septiembre con una huelga mundial a la que se sumarán miles de organizaciones de defensores del medio ambiente y millones de estudiantes alrededor del mundo.
Las protestas coinciden con la cumbre de acción climática ―convocada por la ONU, en Nueva York, el 23 de septiembre― con el fin de acelerar el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París. Este busca que los gobiernos adopten medidas para mitigar el cambio climático y lograr que el incremento de la temperatura del planeta no supere los 2 grados centígrados. “Si nadie actúa lo haremos nosotros” dijo Greta Thunberg ante los 250 mil estudiantes estadounidenses que la acompañaron. “No somos simples jóvenes que se saltan las clases. Somos la vía para el cambio. Juntos somos imparables”.
La de Nueva York fue una de las multitudinarias manifestaciones estudiantiles realizadas en Berlín, Londres, Sídney, Melbourne, São Paulo, París, Bruselas, Dinamarca, Finlandia, Washington, Johannesburgo, Ciudad de México y miles más.
En los desfiles, los jóvenes portaban pancartas que decían “Dejen de quemar nuestro futuro”, “Mi casa está en llamas”, “No podemos decir que no lo sabíamos”, “No hay tiempo que perder”, “No hay planeta B”. En Nueva York, un joven de origen latino llevaba un cartel que decía: “Señor presidente, nos estamos quemando”. En Yucatán, México, en la reunión de los Premios Nobel de Paz, la dirigente indígena guatemalteca Rigoberta Menchú encabezó un ritual pidiendo perdón a la Madre Tierra “por ensuciarla, por no cuidarla y destruirla”. En Burundi, África, un grupo de jóvenes se dedicó a limpiar el plástico y la basura de las costas del lago Tanganica.
En Colombia, hubo desfiles en Bogotá, Medellín y Cali, donde miles de estudiantes se unieron a la jornada con cantos al agua y mensajes de protesta en contra del pl–ástico de un solo uso, el fracking y la deforestación de la Amazonia.
El secretario general de la ONU, António Guterres, acogió los mensajes de los jóvenes y dijo que “hay que hacer comprender a la gente que hay una emergencia climática hoy, que el problema del calentamiento es de hoy, que la salud pública está amenazada hoy, que el mar está subiendo hoy, y que las temperaturas ya están provocando problemas muy graves”.
La ciencia nos dice que todavía tenemos tiempo de detener esta catástrofe. Los gobiernos deben escuchar a estos millones de jóvenes que luchan por el futuro de la vida en la Tierra. Y nosotros, ¡aprender su lección! .