viernes
0 y 6
0 y 6
Pareciera que entendemos que el liderazgo público y privado consiste en una antorcha que debe pasar de generación en generación y que no hay lugar a la convivencia sana y virtuosa de distintas generaciones ejerciendo un liderazgo compartido. Si me permiten la imprudencia, los mayores creen que los jóvenes no están preparados para asumir el liderazgo del entorno determinado, un país, una ciudad, una empresa, un gremio, por ejemplo; y los jóvenes creen que los mayores no entienden la realidad actual y están aferrados al poder. Producto del ego, claro responsable de esta dinámica, nos estamos encontrando con conversaciones torpes, liderazgos pobres y consecuencias nefastas para la empresa privada y el sector público. Pero sobretodo nos estamos perdiendo la posibilidad de mezclar experiencia, talento, innovación y visión para crear magia.
Siempre he sentido una fascinación por las historias de mis mayores y particularmente las historias de quienes han construido por tantos años el país que hoy habitamos y el tejido empresarial en el que hoy trabajamos. Sus historias tienen un contexto del que hay mucho que aprender. La historia, hermosamente cíclica, tiene momentos repetidos que algunos ya navegaron con éxito o con fracaso, dos grandes maestros en sí mismos. Tengo una teoría un poco dramática, y es que el ego de cada una de las generaciones nos lleva a cometer errores muy torpes; que el apego al poder de unos y otros no permite la comunicación constante de experiencias e ideas. Las ideas se destruyen o se debilitan por parte de liderazgos mayores sin la curiosidad o el interés suficiente por avanzar en posibilidades distintas a las ya conocidas. Todos deberíamos tener un espacio de creación multigeneracional en todos aquellos escenarios donde se requiera un liderazgo. Yo soñaría con tener juntas directivas, consejos asesores, consejos de sabios, donde los grandes viejos antioqueños por ejemplo, convivan con los valientes emprendedores antioqueños y con aquellos talentos jóvenes que van escalando la escalera corporativa. Los líderes mayores no son líderes si no dejan un legado que habilite al que sigue a hacer algo mejor. Los jóvenes liderazgos no son líderes si no se obsesionan con aprender y conocer la historia con la humildad del alumno listo para recibir sabiduría y con la valentía de proponer alternativas. Se requiere carácter, convicción y un espíritu de liderazgo superior para convivir sin reemplazarse, pero lo aseguro, seríamos imparables.
Podríamos citar grandes autores que acompañan esta ilusión, pero escojo un libro infantil que le leo a Florencia y a Rafael, cuyo nombre es Los Secretos del Abuelo Sapo de la gran Keiko Kasza. Cuenta el libro la historia de un abuelo sapo que caminó el bosque con su nieto y decide compartirle sus secretos para enfrentar los peligros del bosque. Caminaron juntos durante días, conversando y aprendiendo. Al final, el nieto sapo, frente a un peligro que el abuelo no supo enfrentar, utilizó todos los secretos de su abuelo y creo unos nuevos, saliendo victoriosos abuelo y nieto de la situación apremiante. El tercer y último secreto del abuelo era tener un amigo con quien contar, de quien aprender y a quien enseñar.
Y es que el liderazgo no debe ser una antorcha que se pasa de generación en generación; por el contrario debe ser una antorcha que llevemos todos. En la carrera, unos pararán de correr y otros entrarán a la pista, pero estaremos varios, de distintas generaciones, compartiendo historias, a veces aprendiendo, a veces enseñando pero siempre en construcción colectiva de habilidades. Como bien lo dijo Henry Ford: “Juntarse es un comienzo. Seguir juntos es un progreso. Trabajar juntos es un éxito”