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Columnistas | PUBLICADO EL 06 febrero 2023

La amenaza de un estallido mental

Los gremios y organizaciones que no han advertido la tremenda injusticia que ha venido cometiéndose, con la marca de la legalidad institucional, bien podrían pronunciarse cuanto antes y con argumentos contundentes.

Por Juan José García Posada - juanjogp@une.net.co

Gracias al material que me proporcionó un respetable amigo laboralista he leído un montón de propuestas de reforma a la legislación del trabajo, presentadas por el gobierno, gremios económicos y organizaciones sindicales. Presumo que todas están bien intencionadas, pero es obvio que sean muy discordantes. Ojalá lleguen a un consenso y alcancen una reforma maxi y no mini, como podría suceder si los buenos propósitos no bastan para configurar un nuevo cuerpo normativo mucho menos flojo y crudo que el que preveo, como simple lector curioso, pues ni soy abogado ni en mis tiempos de empleado debí afrontar problema particular serio.

Los jóvenes de antes, bendecidos por laborar en empresas antioqueñas ejemplares, disfrutábamos de aceptable seguridad, trabajábamos en condiciones muy estables y rara vez afrontamos los gravísimos, alarmantes, muy preocupantes peligros de un estallido mental como el que puede sobrevenir cuando están aumentando los trastornos de ansiedad y depresión pospandémicos.

Muchos de los profesionales y empleados de la nueva generación ven con angustia el futuro sombrío y la presente realidad incierta. Son víctimas de una legislación y unos procedimientos coloniales y hasta precolombinos que subrayan la desigualdad y la injusticia laboral y social. Por ejemplo, tienen que someterse, “sí o sí”, a contratos de prestación temporal de servicios. No tienen garantía de continuidad y estabilidad en sus trabajos. Mientras va acercándose el momento de la terminación de sus vinculaciones transitorias no saben si van a seguir, si volverán a llamarlos, qué harán al llegar el día o la noche de reanudar la medición de calles, la repartición de hojas de vida y cómo sostenerse o sostener a las personas a su cargo.

En las propuestas plurales a que aludí al comienzo no veo soluciones claras, concretas, efectivas. Sólo generalidades, eufemismos e ideas abstractas, cuando esperaría que las entidades y organizaciones que mandan la parada en cuestiones laborales ofrecieran el cambio que la mayoría de la gente tiene derecho a reclamar.

Los gremios y organizaciones que no han abierto los ojos ni han advertido la tremenda injusticia que ha venido cometiéndose, además con la marca de la legalidad institucional, bien podrían concentrarse, estudiar el asunto con urgencia y responsabilidad ética, pronunciarse cuanto antes y con argumentos contundentes. Las asociaciones profesionales, las de empleados de diversas dedicaciones, las facultades de Derecho, están llamadas a influir para que se corrijan por fin las fallas tremendas que no sólo deterioran el prestigio del país sino que lo lanzan a la premodernidad en materia laboral. Y lo peor de todo: Aunque los estudios y las estadísticas son incipientes, se trata de desequilibrios que estimulan la injusticia social, les ensombrecen el futuro en especial a los jóvenes y están acrecentando trastornos depresivos y de ansiedad que tienen asustados a muchos psicólogos y psiquiatras y que deberían inquietarnos a todos, porque no se sabe qué destino le espera a una nación amenazada por un estallido de la salud mental que sería catastrófico, apocalíptico. .

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