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San Pepe, el gran estoico

Y no se trata de negar la importancia de los bienes terrenales. Es obvia. Pero el culto a las posesiones materiales anula la distinción entre los fines y los medios.

hace 3 horas
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  • San Pepe, el gran estoico

Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com

Pepe Mujica vivió, personificó y enseñó la austeridad del estoicismo. En la historia contemporánea es un caso ejemplar y por su rareza total como político se le ha recordado con admiración. Era muy consciente de su excentricidad. Una entrevista con la BBC resume frases e ideas tan sencillas, sapientes y profundas que deben conservarse como explicación muy suficiente del porqué de la admiración que nos despierta como ser humano, sin que interesen motivos inferiores^: “Yo sé que soy un viejo medio loco, porque filosóficamente soy un estoico por mi manera de vivir y los valores que defiendo. Y eso no encaja en el mundo de hoy”.

Qué va a encajar la austeridad en el mundo de hoy, cuando la ostentación, la superioridad basada en el dinero y las propiedades y todas sus extravagancias parece objetivo primordial de los que se emborrachan con la ilusión del poder, como si el derecho a ostentar superioridad y mando se consagrara por el deslumbramiento de un palacio aéreo como el que va a obsequiarle un jeque al presunto dueño y señor del planeta, incapaz de adivinar para qué sirve la riqueza económica.

Y no se trata de negar la importancia de los bienes terrenales. Es obvia. Pero el culto a las posesiones materiales anula la distinción entre los fines y los medios. La vida no puede cifrarse, valga decirlo, en la superioridad por el dinero. No obstante, este es el antivalor contemporáneo, que atrae, hipnotiza, seduce y subyuga a tantos seres humanos, a tantos viejos y muchachos engañados.

Se quedaría vacante gran parte de la nómina oficial y privada si la austeridad como forma obligatoria de vida se impusiera, digamos que en el país nuestro. Valga decir, si fueran normas áureas e inflexibles para el buen gobierno oficial y empresarial las que encarnó Mujica. Sencillez y sobriedad, renuncia a los lujos, modestia, ahorro previsivo, valoración de lo esencial y prioritario, etcétera.

El señor Mujica, estoy a punto de llamarlo San Pepe, respetó las normas, pagó larga condena por sus presumibles errores en el uso de las armas, gobernó con dignidad y predicó lo que practicaba, viviendo en la paz del campo a donde llegaba en un simple volkswagen. A muy pocos seduce hoy en día habitar en una modesta vivienda como campesino y andar sobre ruedas en un carrito popular, así como definir con plena coherencia su vocación de estoico.

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