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Por Juan Esteban García Blanquicett - @juangarciaeb

Una conversación incómoda

La solución empieza por aceptar que nadie está solo en esta lucha. Hablar sobre salud mental debe ser un acto cotidiano, no una excepción”.

18 de enero de 2025
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  • Una conversación incómoda
  • Una conversación incómoda

Por Juan Esteban García Blanquicett - @juangarciaeb

El ritmo acelerado de nuestra época nos consume. La presión constante, especialmente sobre los jóvenes, por estar al tanto de todo, nos distrae de lo esencial: detenernos, reflexionar y simplemente vivir. La urgencia de cumplir expectativas, propias y ajenas, ha desplazado lo fundamental, incluso en los espacios donde los seres humanos nos cultivamos: los entornos educativos.

El psicólogo Jonathan Haidt, en su libro (The Anxious Generation: How the Great Rewiring of Childhood is Causing an Epidemic of Mental Illness), expone una realidad alarmante. Desde 2010, las enfermedades mentales entre estudiantes han aumentado drásticamente. Según la Encuesta Nacional de Salud y Consumo de Drogas de Estados Unidos, los niveles de ansiedad en jóvenes de 18 a 25 años han crecido un 92% desde ese año. Estos datos reflejan una crisis de salud pública que afecta profundamente a mi generación. En otros países, como Australia, se han adoptado políticas para moderar la hiperconectividad en los entornos educativos. Mientras tanto, en Colombia esta problemática sigue pasando desapercibida. Muchos jóvenes enfrentan en silencio la carga de emociones moldeadas por algoritmos. Es urgente abordar esta conversación, por incómoda que sea. No podemos permitir que las pantallas dicten nuestras emociones. Vivir es más chévere cuando disfrutamos el asombro de estar vivos.

La solución empieza por aceptar que nadie está solo en esta lucha. Hablar sobre salud mental debe ser un acto cotidiano, no una excepción. Las instituciones educativas, junto a las familias, juegan un papel vital al crear espacios de apoyo y diálogo sincero. Además, necesitamos estrategias que fomenten el uso consciente de la tecnología, transformándola en una aliada, no en una fuente de dependencia. En este inicio de clases, cuando muchos colegios y universidades están recibiendo a nuevos estudiantes, quiero hacer una invitación: entremos a clase con el asombro del poeta, no con las recomendaciones del algoritmo. Recordemos que el conocimiento es el verdadero cultivo de nuestra humanidad. Porque aprender es descubrir, sorprendernos y conectar con los demás.

Más allá de señalar culpables, debemos enfocarnos en construir soluciones colectivas. No se trata de demonizar las redes sociales ni la tecnología, sino de entender cómo utilizarlas sin sacrificar nuestra salud mental ni nuestra capacidad de asombro. Porque al final, vivir, realmente vivir, siempre será más valioso que la próxima notificación en la pantalla. La verdadera riqueza no está en lo que vemos a través de una pantalla, sino en lo que somos capaces de experimentar cuando decidimos mirar hacia adentro y hacia el mundo que nos rodea. Que esta reflexión sea el inicio de un cambio. Porque al final, nuestra alma no está en los algoritmos, sino en nuestra capacidad de sentirnos vivos.

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Por Juan Esteban García Blanquicett - @juangarciaeb

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