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Por Juan Esteban García Blanquicett - @juangarciaeb
En un país donde las instituciones enfrentan el desafío constante de la permanencia, celebrar cincuenta años de impacto real es una proeza. Proantioquia cumple medio siglo, y más que una conmemoración, este aniversario es un recordatorio de cómo el liderazgo empresarial ha sido clave en la construcción del desarrollo sostenible de Antioquia y de Colombia.
Desde su creación en 1975, esta institución ha trascendido la filantropía y la asistencia social, convirtiéndose en un espacio de pensamiento, articulación y acción para transformar la región. Su labor ha estado guiada por una convicción profunda: el progreso no es solo crecimiento económico, sino también liderazgo, educación, sostenibilidad e innovación. Como quedó plasmado en su acta de constitución, Proantioquia nació con la misión de trabajar por el bienestar colectivo a través del desarrollo de Antioquia, promoviendo alianzas estratégicas con diversos sectores y entidades.
Los empresarios antioqueños han entendido que el liderazgo va más allá de la rentabilidad. La Vía al Mar, el Túnel de Oriente, el Aeropuerto Internacional José María Córdova, el Metro de Medellín y el Puerto de Urabá no son solo obras de infraestructura: son símbolos de conectividad, modernización y desarrollo. Han sido fundamentales para la movilidad, la integración económica y la reducción de brechas entre las subregiones de Antioquia. Pero su impacto va más allá del concreto y el asfalto. Proantioquia ha impulsado proyectos educativos y culturales de gran envergadura, como la creación de la Universidad CES, el respaldo al Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia (CTA) y la fundación del Parque Explora, un referente nacional en educación y divulgación científica.
Sin embargo, el verdadero impacto de Proantioquia no se mide solo en sus proyectos, sino en las vidas que ha transformado. Lo digo con la certeza de alguien cuya historia personal está marcada por esta institución. Crecí en un barrio donde la violencia era una sombra permanente. La educación fue mi escape, mi salvación. Gracias a Proantioquia, pude estudiar en la universidad de mis amores, EAFIT. Me enseñó a pensar distinto, a creer en la belleza de los sueños. Hoy, celebro su legado no como espectador, sino como testimonio vivo del poder del liderazgo con propósito.
Reconocer los logros de Proantioquia implica también asumir los desafíos del presente. El liderazgo público no es solo el que se ejerce desde las instituciones gubernamentales, sino también el que se asume desde el sector privado con vocación de servicio. En un mundo que avanza a una velocidad vertiginosa, los modelos de desarrollo deben adaptarse para garantizar oportunidades reales. El sector privado y las instituciones articuladoras como Proantioquia tienen un papel fundamental en la construcción de progreso. En tiempos de incertidumbre, se necesita más que nunca una visión de largo plazo, una apuesta decidida por donde el futuro vaya más allá del ruido político.
Como bien lo expresó don Santiago Mejía Olarte, uno de sus fundadores: “Proantioquia es la respuesta a la necesidad de unir esfuerzos y voluntades en favor del desarrollo de Antioquia y de Colombia.”
Cincuenta años después, el reto sigue siendo el mismo: unir voluntades, mirar más allá de lo inmediato y demostrar que el liderazgo no es una cuestión de poder, sino de servicio. Desde Antioquia, con gratitud y esperanza, celebramos este medio siglo de compromiso. Porque la mejor manera de honrar el pasado es seguir siendo faro desde Antioquia para Colombia.