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Por Juan David Escobar Valencia - opinion@elcolombiano.com.co
Haber permitido que un marxista llegara a la Presidencia, ya sea porque votó por él, se abstuvo, o sigue creyendo en el tibio ninipolítico “absolutamente precioso” del inexistente “centro” que solo se ve a sí mismo y a las ballenas; y el año entrante permitirá por las mismas razones que la herede alguien tan o más peligroso, no es una amenaza hipotética y “gaseosa”, sino una realidad que incluye desde asuntos generales —pero fundamentales como por ejemplo la viabilidad de la democracia, la libertad, las instituciones, la posibilidad que las empresas sobrevivan y por ende su pensión y su trabajo, y el que usted espera tendrán sus hijos cuando culminen la educación que con tanto esfuerzo y sacrificios usted paga— como también asuntos actuales y tangibles como el acceso a salud que está en cuidados intensivos y sin con qué salvarla porque quedará convertida en un corrupto monopolio estatal; como también los servicios públicos, particularmente los energéticos, que están en la mira de este desgobierno desde su primer día y que, si no se ha dado cuenta, ya le están tocando y tocarán el órgano más sensible del cuerpo humano, el bolsillo.
Lo que a uno le saquen involuntariamente del bolsillo, alias “robo”, nunca regresa. Y si no se ha dado cuenta, le están metiendo y le meterán la mano todos los meses a sus bolsillos en la cuenta de los servicios públicos. Desde hace años advertí que una de las catástrofes que provocaría el gobierno de un marxista alucinado y equivocada y falsamente defensor del ambiente, era la destrucción planificada, así como el chuchuchú de la salud, del sistema energético del país. Para que vea que esto no es carreta, no me referiré a la peligrosa y catastrófica ley de servicios públicos que este desgobierno o el de su nefasto heredero tienen previsto implantar, sino a algo tan cotidiano pero importante como el costo del gas con el que cocinamos o calentamos agua, los que nos bañamos todos los días.
La ridícula idea que los hidrocarburos consumidos en Colombia destruirán el mundo, y por ello no hay que explorar ni desarrollar nuevos campos de producción porque es mejor comprar el gas del dictador venezolano que misteriosamente no contamina, hace tiempo comenzó a destruir este sector, pero apenas ahora, si revisa su cuenta de servicios públicos, verá como el efecto ya llegó y llegará a su casa con el incremento del precio del gas, e indirectamente de la energía eléctrica, porque ya estamos importando cada vez más gas, y lo compraremos mayoritariamente en el exterior, el cual por razones geopolíticas que en esta columna no alcanzo a ampliar, difícilmente bajará de precio.
Si ha visto noticias, el precio del gas fácilmente subirá la mitad del actual, y no estoy hablando de un plazo de años, sino de meses. Si cree que el aumento del salario en 2026 será en un porcentaje mayor al que subirán los servicios públicos, y no se afectarán en nada los demás sectores y productos que dependen del costo de la energía, que son prácticamente todos, lo va a pagar caro todos los días y todos los meses, aunque crea que usted “vive sabroso y absolutamente precioso”.