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Mejor elegir un rinoceronte que un asno

En tiempos de populismos, posverdad y promesas vacías, conviene no olvidar esta lección: cuando la democracia se convierte en farsa, la sátira es resistencia.

hace 6 horas
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  • Mejor elegir un rinoceronte que un asno

Por Juan Carlos Manrique - jcmanriq@gmail.com

En la política, la sátira puede ser la mejor forma de protesta. Eso ocurrió en São Paulo en 1959, cuando un grupo de estudiantes universitarios —inspirados en el periodista Itaboraí Martins—, cansados de la corrupción y el oportunismo, propuso un candidato inesperado: Cacareco, un rinoceronte hembra de cuatro años que vivía en el zoológico. El gesto, nacido entre la ironía y la indignación, terminó convirtiéndose en un fenómeno: la rinoceronte recibió cerca de 100.000 votos, más que cualquier candidato humano.

De aquella protesta quedó una frase que todavía resuena: “Mejor elegir un rinoceronte que un asno”. Más allá del humor, el mensaje era demoledor: si las alternativas políticas no inspiran confianza, hasta un animal puede encarnar con mayor dignidad la representación ciudadana.

El episodio es una metáfora que sigue viva. La historia de Cacareco recuerda que la indignación popular siempre encuentra un cauce, por insólito que parezca.

Lo interesante es que aquel voto no fue simplemente un chiste: fue un acto político profundo. Escribir el nombre de un animal en una papeleta fue la manera más clara de decir: “ninguno de ustedes me representa”. Era la versión primitiva, pero poderosa, del voto en blanco o del abstencionismo consciente. Solo que, en lugar de una cifra estadística, fue un símbolo con trompa, piel gruesa y cuerno.

El mamífero, sin quererlo, se volvió eterno en la historia política brasileña. Y su fama creció más allá de Brasil. Cacareco inspiró el Rhinoceros Party de Canadá, un partido político que participó en las elecciones federales entre 1963 y 1993. Con un humor descarado, prometían “no cumplir ninguna de nuestras promesas”. Su fundador, el escritor Jacques Ferron, proclamó como líder ideológico del partido a Cornelio Primero, un rinoceronte del zoológico de Granby, al este de Montreal. No buscaban el poder, sino entretener y desnudar la ridiculez de un sistema que, a menudo, parece una parodia de sí mismo.

Este es un llamado a los gremios, a los medios de comunicación y a los precandidatos. Corten ya la práctica desastrosa de convertir los debates en concursos de reinado: respuestas de un minuto, soluciones mágicas para todo. Respuestas de sí o no, simplificando la complejidad de los retos. Se vale decir no sé. Se vale reconocer que no todo cabe en una frase de TikTok. Es hora de exigir a los precandidatos que demuestren su talente de líderes. ¿Alguno tendrá una propuesta potente? ¿O creen que la clave está en usar tenis blancos y medias de colores?

Más de seis décadas después, Cacareco sigue siendo un ícono cultural. Su esqueleto descansa en un museo universitario, como si recordara que la política, cuando pierde toda credibilidad, abre espacio a las soluciones más absurdas. Y, sin embargo, ese absurdo guarda una lógica demoledora: la del ciudadano que prefiere gritar su hartazgo con un gesto simbólico antes que convalidar, sumiso, la mediocridad de siempre.

En tiempos de populismos, posverdad y promesas vacías, conviene no olvidar esta lección: cuando la democracia se convierte en farsa, la sátira es resistencia. Como dijeron en 1959, mejor elegir un rinoceronte que un asno.

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