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Sobre paisajes

Viendo el libro La mirada peregrina de Juan Guillermo Herrera Soto, pensé en espacios que ya no vemos, en los miedos que amontonamos y entonces ya no hay silencio, en que ya no caminamos sino que corremos, en que hemos perdido el sentido de las formas y las palabras.

16 de noviembre de 2024
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  • Sobre paisajes

Por José Guillermo Ángel R. - memoanjel5@gmail.com

Estación Caminos, a la que llegan gentes que suben y bajan, personajes con maletas grandes y chicas (todas con ruedas), filas del más grande al más chiquito (o al revés), hombres y mujeres con zapatos de suela gruesa embarrada, pájaros que van al sur por encima de los aguaceros, caravaneros que van vendiendo y comprando mientras cuentan historias fantásticas, soldados que dan un paso y miran a todos lados, poetas que buscan versos y revisan colores y hojas (también el sendero que desaparece), filósofos perdidos en alguna pregunta (como pasó en Heildelberg), coleccionistas de piedras de formas no comunes o como huevos, lectores de plantas y diversidad biológica, contemplativos de hasta dónde les llegan los ojos, pintores que hacen bocetos en libretas y ponen notas al margen, expertos en huellas de animales y asustados que huyen, escritores que no buscan nada y admiten lo que se les aparece (como los vagabundos de Knut Hamsun), músicos escuchando sonidos (trinos, silbidos del viento, rumor del agua de los ríos y arroyos), enamorados que buscan un sitio para esconderse, alguien que trae una mula cargada, en fin, por los caminos y paisajes peregrinan unos y otros, al sol y al agua, bajo sombrillas y paraguas. Y ahí van.

Los filósofos trascendentalistas norteamericanos (Thoreau, Emerson, Burroughs) establecieron que en el camino es punto donde uno se encuentra consigo y que avanzar es dejar algo atrás, siendo ese atrás el pasado (que ya no existe porque ya pasó) y a cada paso adelante aparece el futuro, que es lo no visto. Y algo así enseñan los budistas cuando hablan del sendero y la iluminación, al igual que Martin Buber cuando anota que en la búsqueda está el tesoro y que el Yo se construye cuando hay un Tú que nace del encuentro, lo que implica que nadie va solo por el camino si se hace una pregunta. Algo bonito para aplicar.

Por estos días, viendo el libro La mirada peregrina de Juan Guillermo Herrera Soto (el libro es para mirar y seguir los caminos y paisajes dibujados por un caminante), pensé en los espacios que ya no vemos, en la pérdida de la belleza al contemplar algo, en los miedos que amontonamos y entonces ya no hay silencio, en la naturaleza que ya pareciera ser inteligencia artificial y no un ser vivo, en que ya no caminamos sino que corremos, en que hemos perdido el sentido de las formas y las palabras. Y en que ya no somos peregrinos sino asustados, gente de gafas oscuras y ojos que no leen.

Acotación: paisajes en guerra (el hombre dañado, la tierra dañada), paisajes contaminados con cielos amarillos, paisajes con espacios que devoran árboles, paisajes verticalizados, paisajes con gente amontonada y ruido que convierte lo que vemos en El grito, el cuadro de Munch. Y así, sin paisaje, nos emparedamos como en el cuento de Poe; qué susto largo.

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