Pico y Placa Medellín
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Estación Estire (o si se quiere Resorte), a la que llegan los que alcanzan un punto cero y a partir de ahí se caen, los que alargan una conversación y acaban diciendo nada, los que quieren un poco más y ahí es donde explotan, los que se hunden al punto en el que ya no hay emersión posible, los que pasan la línea roja y a partir de ahí son delincuentes o criminales, los que tocan la cicatriz y hunden el dedo en ella, los que ya no saben en qué gastar y compran tonterías, los que se llenan de información y debido a la cantidad ya no la entienden, los que desean más de lo que pueden satisfacer y cuando les llega lo deseado no saben qué hacer con eso, los que compran libros sin haber leído los que tienen en la casa, los que se llenan el cuerpo para envejecer con problemas, los que no admiten más que lo que piensan y cada vez disminuye más su capacidad de pensar, los que convierten una guerra defensiva en una de invasión, en fin, romper los límites es cosa de todos los gobiernos y los líderes políticos que tenemos. Gente de cara estirada y casi rota.
Baruj Spinoza crea la palabra conatus (la física la llamará resiliencia) y esta consiste en que cada cuerpo tiene una forma en la que persiste para ser identificado, situado y relacionado. Pero si esa forma se estira hasta que sale de sus límites, se deforma y se convierte en una monstruosidad. Si estiro una araña hasta que la deformo, ya no es araña sino quién sabe qué (tal vez una mancha con mal olor). Pasa lo mismo con un resorte, que estirándolo llega a un punto en que ya no puede volver a ser él y se convierte en alambre torcido. Y bueno, estamos rompiendo los límites, peligrosamente.
¿Qué es la política y hasta dónde llega para que funcione cómo es debido? La misma pregunta puede aplicarse a la ciencia, a la economía, al lenguaje, al pensamiento, al concepto patria, a la verdad, a la administración, a la justicia, al propio cuerpo etc. Y es que, si analizamos bien, los conceptos anteriores, estos se han ido saliendo de sus límites y los resultados se ven: caos, confusión, miedo, desconfianza, cansancio, delirios y un ejercicio continuado de la mentira al punto que para creer en algo hay que pensar lo contrario o al menos dudar, como propone René Descartes.
Acotación: Don Quijote, con todas sus locuras, tiene como límite lo razonable. No es un psicópata y por eso se deja acompañar de otros que lo cuestionan, admite errores y, oyendo, llega a una lucidez tremenda (por eso con esta novela se inaugura la edad de la razón). O sea que tiene límites y lo más importante, no miente. Pero ya no hay Quijotes sino Orlandos furiosos.
