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Un mito que debe dejarse a un lado por el bien de la ciudadanía, es creer que las Universidades deben callar ante lo que pasa en la realidad, pues, al ser epicentro de conocimiento las Universidades no solo tienen el derecho a hablar, sino el deber de ser fuente de construcción de saber y reflexión ante los diferentes fenómenos, aspectos, hechos y situaciones que se dan en el país o en su entorno más inmediato.
Una Universidad es centro de conocimiento de diversas disciplinas, es nodo de conexión entre diferentes públicos. De tal forma, no deben callar y anular la conversación por temor a ser señaladas, de hecho, su papel es preguntar, debatir, indagar, proponer y conversar sobre aspectos que temáticamente comprenden y hacen parte de su solidez académica. En su gestión, debe articularse la de ser moderadora ante diferentes actores que necesitan ser guiados y en ocasiones abrazados por el sentido, objetivo pleno y directo de la existencia de la Universidad en una sociedad: generar conocimiento.
Deben diferenciarse de otros sectores y tipos de empresas ya que no es una institución financiera, por lo cual su lógica y dinámica comunicacional debe proponer un ejercicio de gobernanza alineado a los intereses de lucha contra la desinformación, la infoxicación y la mentira. No es que pierda su norte de formación, es que se apropie de su elemento más notorio y diferenciador: enseñar y formar integralmente. Esto se cohesiona con la participación activa en la sociedad y ante los diferentes tipos de actores, que requieren de la sabiduría que guarda la institución universitaria.
Las Universidades en medio de sus múltiples preocupaciones y retos puede que se pierdan en la gestión administrativa y en mantenerse activas en el mercado. Pero una de sus posibilidades de diferenciación es justamente la de velar y provocar la antigua máxima griega: Doxa (opinión) y episteme (conocimiento). En efecto la opinión de las Universidades importa, y esto no quiere decir que lo hagan desde la politización o la participación en el ejercicio del poder político, a favor o en contra, sino que, desde su esencia como núcleo de saberes, debe permitirse comunicar desde el conocimiento. Existirán ocasiones en que deberán sumarse al apoyo o discusión sobre un hecho que permea a la sociedad, y el callar, solo anula su propia existencia y omite su responsabilidad como garante de preceptos innegociables como la democracia, la libertad, el respeto o la formación ciudadana.
El contexto contemporáneo y los diferentes retos globales en sectores diferenciados y ante la hipercomunicación que a su vez genera ciudadanías permeables a la tergiversación de la realidad necesita de voces y conversaciones constantes, lideradas por actores que no tengan intereses de poder político individual, sino que quieran ser parte activa de la sociedad y de convertirse en epicentro de conversación ciudadana. En términos de comunicación estratégica, es que tengan un relacionamiento armonioso y de confianza con la opinión pública, y para ello, las universidades deben conversar y opinar desde el respeto a la dignidad humana y con argumentos sustentados en su quehacer hacia el saber.
