Javier Mejía Cubillos

¿Qué hace a una persona exitosa?

No solo existen varios caminos hacia el éxito, sino que cada uno de ellos dirige a una dimensión específica del éxito que puede competir con otras dimensiones igualmente importantes”.

17 de diciembre de 2024

Por Javier Mejía Cubillos - mejiaj@stanford.edu

Hoy quisiera hablarles de Bat-Ochiryn Ser-Od, el atleta que más maratones ha corrido en los Juegos Olímpicos.

Pocos maratonistas logran participar en más de dos Olimpiadas a lo largo de su carrera. Sin embargo, en París 2024, Ser-Od corrió su sexta maratón olímpica. Su historia ilustra aspectos sobre el éxito profesional que suelen ignorarse y sobre los que vale la pena reflexionar.

Para empezar, Ser-Od nunca ha ganado una medalla olímpica. Ganar una medalla olímpica es, por antonomasia, el éxito en el atletismo. Son los medallistas olímpicos quienes reciben los grandes premios monetarios, aparecen en los periódicos, son aclamados por las masas y patrocinados por las marcas deportivas. A pesar de ello, si de prestigio y fortuna se trata, Ser-Od ha disfrutado de ambos tanto como cualquier otro maratonista de su generación. La prensa internacional cubre su carrera regularmente, y en Mongolia, su país natal, él es una verdadera estrella. De alguna forma, el mundo parece haber reconocido que la larga suma de sus triunfos menos pomposos merece una admiración similar—si no mayor—a la que se otorga a quienes pisan los podios olímpicos.

Además, Ser-Od ha gozado del placer de tener una larga carrera, lo cual es, en sí mismo, un privilegio gigantesco para cualquier persona apasionada por su trabajo.

Entonces, incluso en un ambiente competitivo tan angosto como el atletismo, donde diferenciar lo mejor de lo apenas bueno es relativamente sencillo, el éxito es multidimensional. Y lo es aún más en espacios profesionales de mayor complejidad y flexibilidad, como los que la mayoría de nosotros habitamos. Así, tal como sería un error considerar a Ser-Od un fracasado por no haber ganado una medalla olímpica, también es equivocado juzgar nuestras carreras como plenas o carentes de éxito basándonos únicamente en el alcance o la pérdida de algún logro icónico, como ostentar un alto cargo directivo o trabajar en la empresa más influyente de nuestro sector.

Quiero aclarar que no estoy hablando de la naturaleza subjetiva del florecimiento humano. Por supuesto, cada persona define lo que representa el éxito para sí misma. Hablo de cómo, incluso dentro del espacio donde el éxito se reconoce como la generación objetiva de valor, existen muchos tipos de carreras que conducen a ese éxito. Esto, aunque “la gente” no suela reconocerlo a corto plazo y nos presione, equivocadamente, hacia visiones mucho más reducidas del camino al éxito.

Yo lo veo permanentemente entre emprendedores. Muchos de ellos, inspirados por lo que “la gente” percibe como éxito, creen que su objetivo debe ser crear una compañía que recaude mucho dinero de inversionistas o aparezca en las portadas de las revistas más prestigiosas de negocios. Sin embargo, estos dos objetivos solo son relevantes como medios para crear una compañía rentable; allí radica la verdadera expresión de valor. Y a esto se puede llegar de varias formas, muchas de las cuales no tienen nada que ver con lo que “la gente” suelen pensar es el éxito del emprendedor.

Esta reflexión no es trivial, porque suelen existir disyuntivas entre estos diferentes caminos hacia el éxito. Por ejemplo, el emprendedor que busca figurar en las portadas de revistas dedica mucho tiempo a hablar con periodistas e intelectuales, tiempo que podría emplear en diseñar productos más robustos. Más importante aún, algunos caminos pueden ir en direcciones opuestas a otros igualmente valiosos. Siguiendo con el ejemplo de los emprendedores, maximizar el atractivo para inversionistas tempranos a menudo implica plantear modelos de crecimiento rápido, bajo los cuales los emprendedores tienen poca capacidad para seleccionar cuidadosamente al personal y construir una cultura organizacional sostenible a largo plazo.

Entonces, no solo existen varios caminos hacia el éxito, sino que cada uno de ellos dirige a una dimensión específica del éxito que puede competir con otras dimensiones igualmente importantes.

Esto también ocurre en muchos otros espacios más allá del emprendimiento. Para los empleados, quizá la disyuntiva más trascendental está entre la estabilidad laboral y el progreso salarial. Las dinámicas organizacionales suelen hacer que quienes tienen más tiempo en una empresa estén menos expuestos a ser despedidos. Sin embargo, acceder a cargos de decisión y aumentos salariales significativos suele requerir cambiar de empresa. Así, quienes priorizan la estabilidad laboral suelen ver aplanarse su trayectoria salarial rápidamente, mientras que aquellos que buscan un crecimiento salarial acelerado normalmente enfrentan una inestabilidad laboral permanente.

Reconocer esto es muy útil. Por un lado, libera: ofrece la consciencia de que es posible desafiar las creencias populares y construir caminos diferentes hacia el éxito objetivo, quizá algunos compatibles con nuestra visión subjetiva de éxito. Por otro lado, inspira modestia: nos ayuda a entender que no todo se puede alcanzar y que lograr ciertos objetivos implica renunciar a otros quizá igualmente valiosos.

Por tanto, no es posible escapar a la paradoja de la elección cuando hablamos de éxito: la posibilidad de elegir nos expande, pero también nos reduce. ¿Cuál es el camino al éxito que usted ha elegido recorrer? ¿Cuáles otros caminos ha tenido que abandonar para recorrer aquel?.

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