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¿Cómo se convirtió la derecha en la representante de la rebeldía?

Aunque rara vez se ven titulares describiendo a políticos como de extrema izquierda, la etiqueta de extrema derecha se le asigna diariamente a todo tipo de personas. Esto es muy diciente: la opinión pública espera que lo radical venga de la derecha, no de la izquierda.

03 de diciembre de 2024
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  • ¿Cómo se convirtió la derecha en la representante de la rebeldía?

Por Javier Mejía Cubillos - mejiaj@stanford.edu

Cuando yo era pequeño había una moral dominante en América Latina: el catolicismo. Así lo había sido por siglos. La bondad de sus valores era incuestionable y sus símbolos, sagrados. Pisotear un crucifijo o escupirle a una imagen de la virgen no era solo escandaloso, sino también peligroso. Las consecuencias reputacionales, jurídicas, e incluso físicas, podían ser devastadoras.

En menos de una generación, esto cambió por completo. La rápida secularización de Latinoamérica llevó a la estrepitosa pérdida de influencia del catolicismo y abrió la puerta a la difusión de otros sistemas de valores. Hoy, la moral dominante es otra. Es una que pone el respeto de la identidad de género y raza en el centro de la construcción moral. Darle un nombre a esta moral no es sencillo, es mucho menos institucionalizada y monolítica que el catolicismo, pero quizá la forma más sencilla de identificarla es con la etiqueta de lo que en EE. UU. llaman el paradigma DEI—siglas que se refieren a diversidad, equidad, e inclusión.

Tal como con el catolicismo en mi infancia, hoy, la bondad de los valores del DEI no se puede cuestionar públicamente y sus símbolos son similarmente sagrados. En este momento, a pocos se les ocurriría pisotear una bandera del orgullo gay o escupirle a un pañuelo morado/verde feminista. Sería algo escandaloso y peligroso, reputacional, legal, e incluso físicamente.

Con este cambio de paradigma moral, se ganaron muchas cosas y se perdieron otras tantas. Reflexionar sobre el balance total de ello no es algo que me interese ahora. Lo que sí me parece muy interesante es cómo este cambio trajo un bagaje en el rol moral de las posiciones en el espectro ideológico.

En el mundo dominado por el catolicismo de la segunda parte del siglo XX, los defensores del establecimiento y la moralidad estaban en la derecha —piensen en personajes conservadores como Pinochet o Videla—. Mientras tanto, la rebeldía estaba representada por la izquierda —piensen en las figuras juveniles de Castro, Guevara, o Allende—. Y por supuesto que la izquierda y la derecha siempre han sido nociones etéreas y las comunidades asociadas a ellas nunca han sido homogéneas, pero estoy hablando de sus referentes más visibles —ustedes me entienden—.

Hoy, es todo lo opuesto. La política latinoamericana ha sido sacudida por irreverentes figuras de derecha, como Milei y Bukele, quienes, con un mensaje anti-establecimiento y un uso intenso de medios digitales, han conectado con una población juvenil que los ve como estrellas del rock. Esto contrasta con los referentes de la izquierda en la región, como Maduro, AMLO, Ortega, Lula, o Petro; señores mayores, quienes, con sus largos discursos de plaza pública, lejos de ser percibidos como estrellas del rock, son vistos como figuras tradicionales de autoridad.

Y no es una cosa meramente estética de los líderes, es algo perceptible en el comportamiento de la base amplia de activistas. En la segunda parte del siglo XX, la mayoría de la censura a las artes venía de presiones de grupos conservadores cristianos, preocupados por expresiones de violencia y comportamientos sexuales “inapropiados”. Hoy, con preocupaciones similares, buena parte de las presiones de censura vienen de colectivos progresistas, feministas en su mayoría.

De nuevo, nada de lo que digo es una reflexión sobre cuán correcto es o no la defensa de estos diferentes tipos de valores o los instrumentos que se usan en esa defensa. Lo que quiero señalar es que esa tarea, la de defender la moralidad dominante, está hoy en el otro lado del espectro político. Y lo está porque, por décadas ya, la izquierda ha sido mucho más efectiva en su influencia cultural que la derecha. Hoy, los grandes generadores de símbolos del establecimiento —la Academia y los medios tradicionales— están mucho más cerca del centro y de la izquierda que hace 20 años. Y esto es visible en el tipo de investigación que emerge de las universidades, pero, sobre todo, en el lenguaje prevalente en la opinión pública. Aunque rara vez se ven titulares describiendo a políticos como de extrema izquierda, la etiqueta de extrema derecha se le asigna diariamente a todo tipo de personas. Esto es muy diciente: la opinión pública espera que lo radical venga de la derecha, no de la izquierda. Entonces, paradójicamente, ha sido el exitoso sendero de la izquierda hacia su consolidación como paradigma cultural el que ha permitido que los símbolos de rebeldía vengan hoy de la derecha. Simplemente, no se puede ser paradigma y rebeldía al mismo tiempo.

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