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Aplicar a un doctorado en una universidad top: Tres cosas que pensar antes

Por supuesto que hacer un doctorado en una universidad top es fabuloso para la carrera de cualquier persona. La etiqueta de ser egresado de ellas abre muchísimas puertas... Sin embargo, espero que noten que estas son virtudes que no están exactamente conectadas con la esencia de lo que es cultivar a un gran pensador.

22 de octubre de 2024
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  • Aplicar a un doctorado en una universidad top: Tres cosas que pensar antes

Por Javier Mejía Cubillos - mejiaj@stanford.edu

Al menos un par de veces al mes, recibo un mensaje de algún joven en Latinoamérica que, con profundos anhelos de convertirse en un científico social, tiene la esperanza de que yo pueda darle consejos útiles para su carrera. La inmensa mayoría de estos jóvenes, además de aquel anhelo abstracto, suelen tener también un sueño muy concreto: hacer un doctorado en una universidad top. Y por universidad top, me refiero a las 10 o 12 que encabezan la mayoría de los rankings mundiales—e.g. Harvard, Stanford, MIT, Oxford, etc.

Esos mensajes los recibo con mucha ilusión, aunque no los dejo de encontrar algo paradójicos. Siendo joven, yo tuve exactamente el mismo sueño y no lo cumplí. Aunque hice mi doctorado en una universidad extraordinaria, la Universidad de los Andes, esta no hace parte del club de las universidades top mundiales.

Y de ahí viene la primera reflexión que suelo compartir con la mayoría de los jóvenes que me escriben: La calidad de la educación de posgrados en el mundo es bastante más homogénea de lo que se suele pensar. Lo es porque la globalización de la Academia ha estandarizado los insumos de la educación. Las clases del núcleo de los doctorados en economía, por ejemplo, son virtualmente idénticas entre las universidades del top 3 y las del top 300. Las asignaturas son las mismas, los materiales que se estudian en ellas son los mismos, incluso los profesores son bastante parecidos. Buena parte de los profesores de las mejores universidades de Latinoamérica—las cuales están dentro del top 100 o 200—estudiaron en los mismos programas que los profesores de las universidades top, se encuentran con ellos en los mismos eventos académicos, y son coautores y referís de ellos.

Es decir, aunque todo el sistema—empezando por la importancia que se les da a los rankings—está diseñado para enfatizar las diferencias en calidad entre las universidades, en realidad, lo que uno recibe de ellas, como estudiante, es bastante parecido.

Ahora bien, aunque las clases son muy homogéneas entre programas, la etapa de investigación sí es profundamente idiosincrática y depende del campo de estudio y de las necesidades de uno como investigador. Y precisamente porque la Academia se ha convertido en una competencia global, las universidades han tendido a especializarse, aprovechando sus ventajas comparativas. Así, aunque los departamentos de universidades top tienen ventajas absolutas en la inmensa mayoría de campos en sus disciplinas, suelen tener fortalezas específicas en ciertas áreas, y quienes trabajan fuera de ellas, tanto profesores como estudiantes, suelen recibir poca atención y apoyo. Aquellas personas, quizá, estarían mejor en un departamento de una universidad mucho más abajo en los rankings que sí tuviera una fortaleza específica en su campo de investigación.

Por ejemplo, alguien interesado en estudiar las consecuencias de los conflictos armados, difícilmente encontrará un mejor lugar para hacerlo que las buenas universidades colombianas. Algunos de los mayores expertos mundiales en el tema están allí, los datos están allí, el fenómeno está allí, y cuando alguien de una universidad top quiere saber algo sobre el tema, allí es a donde se dirige.

De esto se desprende mi segunda reflexión: la mejor universidad para uno hacer un doctorado no es la más prestigiosa, sino la que mejor se ajusta a las necesidades de uno.

Finalmente, en las universidades top hay más recursos, pero también hay más competencia para acceder a ellos. Esto no es un problema en lo concerniente a recursos financieros. En las universidades top, la abundancia de esos recursos desborda la necesidad. Sin embargo, sí lo es en lo que respecta a la atención del grupo de profesores. Los departamentos de las universidades top suelen tener muchísimos estudiantes doctorales y los profesores tienen poco tiempo y atención para ofrecerles. Esto contrasta con lo que suele pasar con los estudiantes doctorales en—para continuar con nuestro ejemplo—los programas pequeños en Latinoamérica, donde—sin entrar en los detalles de las dinámicas jerárquicas y de diferenciación de estatus en la Academia—suelen ser más “apreciados”. Esto no solo se traduce en un mentorazgo más intensivo de parte de los profesores, sino también en la existencia de oportunidades para desempeñar labores con mayor responsabilidad, las cuales son bastante escasas en etapas tempranas de la carrera académica. Con esto viene, entonces, mi tercera reflexión: es muy importante que en el lugar donde uno va a ser el doctorado quieran intensamente que uno esté allí.

Con estas tres reflexiones no busco concluir que es mejor hacer un doctorado fuera de las universidades top. Solo trato de invitar a los jóvenes que me escriben a reflexionar acerca de qué es exactamente lo que buscan al concentrar en un puñado de universidades en particular, donde, por cierto, es bastante difícil ser admitido.

Por supuesto que hacer un doctorado en una universidad top es fabuloso para la carrera de cualquier persona. La etiqueta de ser egresado de ellas abre muchísimas puertas. Además, la abundancia financiera de estas instituciones les permite a sus estudiantes acceder con mayor facilidad a todo lo que en el dinero puede comprar en la Academia—e.g. apoyo en trabajo de campo, tecnología, asistencia a conferencias, bases de datos, etc. Sin embargo, espero que noten que estas son virtudes que no están exactamente conectadas con la esencia de lo que es cultivar a un gran pensador, lo cual, en mi humilde opinión, debería es el objetivo último de todo aquel que quiera hacer un doctorado en una ciencia social.

Solo existe una dimensión en la que sí siento que los doctorados en una universidad top representan un suelo más fértil para la germinación de un gran pensador y tiene que ver con el grupo de estudiantes con los que se puede compartir. Cuando uno hace un doctorado, mucho del aprendizaje viene de la interacción con pares. Y en esto, las universidades top sí tienen una gran ventaja. Ya mencioné como las cohortes de estudiantes doctorales allí son numerosas. Pero, además, la intensa competencia que genera ese anhelo común de estudiar en ellas hace que la calidad promedio de sus estudiantes sea también bastante superior.

Y con este último elemento quisiera terminar esta columna, señalando que la única limitación estructural para que la formación doctoral en Latinoamérica pueda competir internacionalmente está en su incapacidad para atraer el mejor talento estudiantil. Es allí donde deberían concentrarse los esfuerzos, empezando por reevaluar la creencia de que el conocimiento de calidad solo se puede adquirir en el exterior.

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