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Hay temas que deben abordarse desde una visión reformista e incluso progresista. Lo que cuesta es entender el precio de hacerlo creyéndose un refundador del país y de la humanidad.
Por Juan David Ramírez Correa - columnasioque@gmail.com
El primer paso para lograr un acuerdo Nacional, como lo propuso Gustavo Petro en la instalación del Congreso el jueves pasado, es que él se ponga de acuerdo consigo mismo.
¿Mucho pedir? Quizás... pero el mandatario debe entender que allanar el camino hacia un acuerdo pasa, primero, por una introspección muy fuerte de cómo ha actuado y segundo, demostrar su voluntad para actuar en consecuencia.
La introspección es la capacidad de observar la conciencia propia y reflexionar sobre ella y Petro debería hacerse ciertas preguntas que le ayudarían a mirar hacia adentro.
¿Su actitud y la del gobierno en el primer año de mandato fue la correcta? El primer año tuvo fuertes visos de arrogancia e intransigencia, un cóctel explosivo con consecuencias negativas: la rotura de la coalición parlamentaria, el ambiente de pesimismo e incertidumbre en el país, la pérdida de confianza por esa actitud militante y los oídos sordos frente a otras voces, en fin, crearon una tensión poco constructiva. A eso hay que sumar el ensañamiento con la prensa, el tono despectivo (blancos de Chapinero, empresarios esclavistas), además de la amenaza constante de las calles como escenario de batalla incluso colindante con la violencia. Estos son asuntos incómodos que demuestran una actitud poco asertiva.
¿Es defendible lo indefendible? En su introspección, Petro debería buscar la compresión de lo que es indefendible. Todo alrededor de Irene Vélez es indefendible y se debe medir por sus implicaciones éticas y morales. En un país devastado por la falta de valores, donde el respeto por la norma no es una prioridad, un miembro del alto gobierno no puede jugar al “Usted no sabe quién soy yo”. Ni hablemos del viceministro de Cultura falsificando diplomas y mucho menos de Laura Sarabia.
¿La realidad es lo que ve el gobierno o lo que ven los colombianos? La implementación de la Paz Total es un mar de incertidumbres. Un día después de que Petro dijera en el Congreso que en Colombia acabó la guerra, estalló un carro bomba en Tame, Arauca, al tiempo que una gran cantidad de regiones estaban sitiadas. La percepción de inseguridad cada vez es mayor y las Fuerzas Armadas maniatadas crean un sinsabor muy grande. Otro ejemplo más simple: la creación del Ministerio de la Igualdad y la Equidad. Para el gobierno es solución, para otros significa 744 cargos nuevos destinados al clientelismo, la burocracia, el gasto y las gestiones inocuas.
¿Reformar es desbaratar? Hay temas de temas que deben abordarse desde una visión reformista e incluso progresista. Lo que cuesta es entender el precio de hacerlo creyéndose un refundador del país y de la humanidad.
Un acuerdo nacional es sensato, aunque requiere voluntad, que debe nacer del mismo presidente. Abandonar los circunloquios fanáticos e ideológicos debería ser el mantra de Petro. Si concilia con consigo mismo menos beligerancia y más tolerancia es probable que acerque a ese acuerdo a los colombianos que aún están desconcertados con lo que está haciendo.