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Los sijs creen que Waheguru o el “Dios Maravilloso” crea a los seres humanos como iguales sin importar su origen, raza, credo, sexo, entre otros aspectos. Esta noción de igualdad se opone al sistema de castas hindú.
Por Humberto Montero - hmontero@larazon.es
India y Canadá andan a tortas desde el asesinato en 2023 del activista sij Hardeep Singh Nijjar, de pasaporte canadiense y líder de la Fuerza de los Tigres de Jalistán, un grupo independentista que aspira a la secesión del Punjab. Desde entonces, la escalada ha ido a más por las acusaciones que vinculan a Nueva Delhi con el exterminio sistemático de opositores sij.
Hace unos días, ambos países expulsaron a seis diplomáticos cada uno, incluidos sus respectivos embajadores, con advertencias del primer ministro canadiense, Justin Trudeau, de que “no tolerará” la acción de gobiernos extranjeros para “amenazar o asesinar canadienses”.
Las sospechas de que India está “limpiando” la revuelta sij dentro y fuera de casa viene de lejos. El diario “Financial Times” reveló en las mismas fechas en las que murió Nijjar que los servicios de inteligencia estadounidenses interceptaron un plan para asesinar a Gurpatwant Singh Pannun, otro líder sij con doble ciudadanía estadounidense y de Canadá.
Pannun es el fundador de Sijs para la Justicia, una organización con base en Estados Unidos acusada por la India de promover actos terroristas y radicalizar a la juventud en favor del movimiento separatista sij.
India no quiere que se repitan la historia. Y es que, entre los 70 y 80 del siglo pasado, el movimiento independentista sij se convirtió en una sangrienta insurgencia armada que sacudió el país. Se centró en el estado norteño de Punjab, en donde los sijs son mayoría, aunque representan alrededor del 1,7% de la población de India. La insurgencia duró más de una década y fue aniquilada por una ofensiva del gobierno indio en la que miles de personas fueron asesinadas, incluyendo a destacados líderes sijs.
En 1984, las fuerzas armadas indias irrumpieron en el Templo Dorado —el santuario más sagrado del sijismo—, para expulsar a los separatistas que se habían refugiado. En la acción murieron unas 400 personas, según cifras oficiales que se transforman en miles de víctimas, según los sijs. El 31 de octubre de 1984, la primera ministra Indira Gandhi, que ordenó el operativo en contra del templo, fue asesinada por dos de sus guardaespaldas, que eran sijs.
Esto desencadenó represalias contra los sijs, en las que turbas de hinduistas iban casa por casa en el norte de India, especialmente en Nueva Delhi, sacando a los sijs de sus casas, matando a hachazos a muchos y quemando vivos a otros.
El sijismo es un sistema filosófico-religioso que nació en la actual provincia de Punjab -entre India y Pakistán- hacia el año 1469. Considerada la religión más joven del mundo y la quinta más importante en número de devotos, surgió de las enseñanzas del Gurú Nanak Sahib, el cual predicó entre hindúes y musulmanes en los territorios del entonces Imperio Mogol. Los sijs creen que Waheguru o el “Dios Maravilloso”crea a los seres humanos como iguales sin importar su origen, raza, credo, sexo, entre otros aspectos. Esta noción de igualdad se opone al sistema de castas hindú.
La disputa con Canadá deriva del hecho de que allí reside la mayor población sij después de la India, cerca del 2% de la población. Los sijs han llegado a tener 20 asientos en el parlamento de Canadá y hasta cuatro ministros en los gobiernos de Trudeau, lo que da una idea de su fuerza.
Parece evidente que India debe atender a las reclamaciones de los sijs y dejar de comportarse como un matón, especialmente fuera de casa. Una democracia que no cuida y respeta a sus minorías no es una democracia.