Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
El tirano, acantonado en Miraflores, ha cumplido 63 años enarbolando la espada de Simón Bolívar, quien, por razones obvias, tampoco es santo de mi devoción. Es más que probable, si nos ceñimos al despliegue militar de Estados Unidos a tan solo 10 kilómetros de las costas venezolanas, que sea el último cumpleaños que Nicolás Maduro celebre al mando del país. Maduro ha pedido, acero en ristre, defender cada palmo de Venezuela ante su Estado Mayor, los mismos que venderán y entregarán su cabeza en cuanto sea necesario para salvar la suya. Es más que probable que alguno de los prebostes del régimen bananero, como Diosdado Cabello, esté ya negociando la entrega de Maduro, si es que no es él mismo el interesado. Y es que, vistas las imágenes que la dictadura bolivariana ha emitido, la tropa de Maduro a duras penas podrá aguantar un asalto.
Unas baterías antiaéreas y unas cuantas metralletas disparando hacia ninguna parte, mar adentro, resultan un escaso arsenal para hacer frente al despliegue estadounidense. Solo con lo que lleva en cubierta y en sus tripas el portaaviones USS Gerald Ford, el más grande del que dispone la Armada gringa, es más que suficiente para borrar del mapa a Maduro. Pero si a esos apenas 4.000 efectivos sumamos todo su grupo de combate —que incluye escuadrones del Ala Aérea Ocho, los destructores de misiles guiados clase Arleigh Burke del Escuadrón de Destructores Bainbridge (DDG 96) y Mahan (DDG 72), y el buque de mando integrado de defensa aérea y antimisiles Winston Churchill (DDG 81)— parece que, con esa docena de buques y los 12.000 militares que transportan, la fuerza de combate es inapelable.
Haría bien Maduro en enfundar la espada y aferrarse al salvavidas que acaba de tenderle Donald Trump, quien se ha mostrado dispuesto a negociar con Maduro. “Podría hablar con él, veremos”, manifestó ayer Trump en el Air Force One. “Si podemos salvar vidas y si podemos hacerlo por las buenas, bien. Si tenemos que hacerlo por las malas, bien también”, advirtió.
Trump recordó que el régimen chavista ha causado demasiados quebraderos de cabeza a Estados Unidos en los últimos años y que Washington se ha cansado de los bailes de Maduro y de sus llamadas al diálogo, que acaban siempre en papel mojado.
“Abrieron sus cárceles y mandaron a la gente a Estados Unidos. No estamos contentos con eso”, incidió Trump, quien reiteró sus acusaciones contra Venezuela por su vinculación en operaciones de narcotráfico con el sello del Cartel del Sol y del Tren de Aragua.
Ni siquiera harían falta los probados vínculos del régimen con el narcotráfico para deponer al sandunguero y sanguinario Maduro. Y es que el chavismo ha logrado lo impensable: arruinar un país entero que goza de las mayores reservas probadas de petróleo del mundo después de haber expulsado a ocho millones de compatriotas al exilio. Un récord que supera los registros de satrapías como la norcoreana.
Confiemos en que Trump no solo esté velando por los intereses de sus petroleras en Guayana y se conforme con que Maduro se olvide de reclamar el Esequibo. Maduro ya hace honor desde hace tiempo a su apellido: está para caer ya mismo.
