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Columnistas | PUBLICADO EL 24 abril 2022

Higiene digital

Hablemos de tener una buena dieta digital y de poner al smartphone en su punto justo: ni tan lejos ni tan cerca.

Por David Escobar Arango* -
david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

Naval Ravikant dice que cuando estamos tensos dejamos de ser nosotros mismos, que solo somos auténticos cuando nos relajamos. ¿Sientes, a veces, que los celulares, esas cajas de sorpresas y de Pandora, son, por una parte, herramientas para el aprendizaje y el trabajo efectivo y, por otro lado, fuentes de estrés o de angustia? Hablemos sobre cómo aprovecharlos para el bien, de ponerlos a trabajar para nosotros; reflexionemos sobre cómo moderar su uso sin perdernos de sus maravillas. Hablemos de tener una buena dieta digital y de poner al smartphone en su punto justo: ni tan lejos ni tan cerca.

En Semana Santa quise “bajarle al celular”. Lo alejé de la cama para evitar que sus ondas electromagnéticas irrumpieran en mis dulces sueños vacacionales. Prescindí de él en las comidas, para que no me desconectara del alimento ni de la buena compañía. Fui al extremo de dejarlo en la habitación del hotel cuando iba a hacer cualquier plan. Solo lo miré dos o tres veces al día, para chequear que todo estuviera bien en casa. Por supuesto, hubo momentos en los que esculqué mis bolsillos buscando en vano el aparato inexistente y mis ojos miraban con envidia a la demás gente con su móvil. Pero los resultados fueron increíbles, lo recomiendo plenamente.

En dos o tres días mis sentidos despertaron. En una sala de espera, sin el celular atrapando mi atención, comencé a observar; sobre el cielorraso del lugar danzaban entretejidas, cual una obra de arte, las sombras de las hojas de una palmera. En la noche, al lado de una fogata, a falta de Twitter, gocé con la vista de la luna creciente y el calor de las llamas acariciando mi piel. Salí a correr sin podcasts ni audiolibros y a los pocos minutos apareció un olor que hacía rato no me visitaba... ¡clorofila!, el perfume de la naturaleza. En síntesis, en una semana, reapareció lo esencial, me sentí tranquilo, el mundo se desplegó ante mis ojos con mucha más claridad.

Pero volví, hay que volver... retorné a la “Matriz” y agarré el aparato con la fruición de Gollum hacia el anillo. A las pocas horas sentí un casi imperceptible dolor de cabeza y cierta neblina sobre la frente. Ahora, luego de haber probado lo bueno, tengo más preguntas que respuestas. Aunque sea una dicha transitoria, no parece práctico abandonar el teléfono; los nostálgicos que desaprovechan los avances de la ciencia terminan rezagándose. Pero ¿cómo hacemos para que el celular nos ayude a vivir mejor sin secuestrar nuestra atención?

Practiquemos la moderación digital, soltando el móvil en ciertas horas, lugares y momentos, eligiendo con mucho cuidado qué mensajes leer, a quién seguir, qué creer y qué compartir. El asunto es urgente por la salud mental de todos, por el disfrute de las familias y las tribus de amigos y por la subsistencia de las democracias. Provoquemos nuestra tertulia con este pensamiento de Séneca, revolucionario en plena era de la ubicuidad y la híper-conexión: “Quien está en todas partes no está en ninguna parte”  .

David Escobar Arango

Si quiere más información:

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