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Hacer un poco de silencio

Ahora bien, ¿saben hacer silencio los políticos? No, tristemente, no. Son incapaces de bajarle al ruido ramplón y miserable que hay en sus narrativas. Olvidan que pueden terminar esclavos de sus palabras.

27 de junio de 2023
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Por Juan David Ramírez Correa - columnasioque@gmail.com

Como diría Yuval Harari, el lenguaje les brinda a los seres humanos una ventaja competitiva frente a otras especies.

Por supuesto, las palabras son la fuente para construir narrativas políticas y eso está bien. De hecho, las buenas palabras de los políticos abren la mente a puntos de vista sobre el ejercicio de la polis y las relaciones que en ellas se dan.

La historia está llena de ejemplos de personas con carácter y espíritu político que han hecho de sus palabras una especie de fuerza viva para el progreso.

Basta con revisar la Apología de Sócrates, del año 339 a.C., cuando el filósofo decía sobre sus acusadores: “Descanso en la confianza de que digo la verdad” o la voz de Barak Obama diciendo en New Hampshire, “Yes, We Can...”, potentes palabras que trazaron el camino a su elección como presidente de los Estados Unidos. Qué decir del discurso de Churchill en 1940 ante la Cámara de los Comunes, cuando dijo: “No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, enfrentando la barbarie de la guerra o el “Yo tengo un sueño”, de Martin Luther King, en Washington en 1963, y el “Mr. Gorbachov derribe ese muro”, de Ronald Reagan en la Puerta de Brandemburgo, en 1987.

¿Quién niega, entonces, el poder de la palabra en la boca de los políticos?

Pero en la Colombia de hoy, hay un abuso de la palabra, un problema mayúsculo con la exageración en el uso de la palabra impregnándola de militancia intransigente.

El grado de abuso de las palabras es innegable y cómo no va a ser así si prácticamente los políticos se la pasan hablando en tiempo real por obra y gracia de las redes sociales con un nivel de reduccionismo desbordado. El exceso de palabras termina siendo un acto mañoso que busca asustar, decir que el mundo está lleno de peligros y que hay unos salvadores y dueños de la verdad. Ahí hay rasgos marcados de populismo.

Ahora, ¿saben hacer silencio los políticos? No, tristemente, no. Son incapaces de bajarle al ruido ramplón y miserable que hay en sus narrativas. En tiempos de infoxicación a los políticos obnubilados de poder les gusta hurgar, olvidándose de que pueden terminar como esclavos de sus palabras.

El silencio del político es relevante pues habilitada la prudencia y con ella se piensa mejor. Decía Confucio: “El silencio es un amigo que jamás traiciona”. Por eso, un consejo: con el silencio se derrota a la verborrea y a los circunloquios. Pero lo primero es rehabilitarse de la adicción a decir cualquier cosa y eso lo deben entender los políticos tuiteros.

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