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Columnistas | PUBLICADO EL 05 mayo 2020

Gobiernos vengadores

Por anacristina aristizábal uribeanacauribe@gmail.com

Con los acontecimientos de la semana pasada en las cárceles de El Salvador, vuelve el tema a discusión: ¿un Estado tiene derecho a violentar, agredir, humillar y despojar de sus derechos a los peores delincuentes, cuando los tiene sometidos? Desde finales del siglo pasado las maras (pandillas) salvadoreñas tomaron una fuerza inusitada en ese país, y en otros de Centroamérica, generando violencia despiadada, masacres, violaciones, asesinatos. Se calcula que estos pandilleros, asociados en varios grupos, podrían sumar más de 60.000 personas. En El Salvador hay encarcelados, según los informes de la semana pasada, unos 12.000 de ellos.

El presidente de ese país, Nayib Bukele, quien prometió en campaña acabar con las maras, endureció el encierro de los que ya están en prisión como respuesta a una ola de asesinatos en los últimos días en las calles del país porque, según se dijo, fueron ordenados desde las cárceles. En las fotos oficiales que divulgó la misma presidencia, se ven en los patios de la cárcel a centenares de hombres esposados, sentados en pantaloncillos, descalzos, con las piernas abiertas, formando hileras uno detrás de otro, tan cercanos, que se chocan barriga contra espalda. Algunos llevan tapaboca, porque estamos en la era del Covid-19, cuando se debe guardar la distancia. Es una imagen que recuerda los campos de concentración.

Desde que Bukele llegó a la presidencia, el 1 de junio de 2019, los índices de homicidios han bajado debido a la mano dura. Y la semana pasada apretó tuercas en las cárceles.

Bukele ha trasladado a la silla presidencial las ansias de venganza de los ciudadanos. ¿El ejercicio del poder se debe usar para vengarse en nombre del pueblo representado o se debe usar para hacer justicia?

Ningún gobierno puede rebajarse a los niveles de los delincuentes porque, simplemente, está por encima de ellos. No puede actuar como ellos ni igualarse a ellos, pues solo conseguirá desatar más ira y más violencia. Si ya los tiene en las cárceles no es necesario tratarlos como animales, pues eso no solo no cambia la mente del criminal sino que puede generar ansias de venganza en los que están afuera. Las espirales de venganza nunca terminan bien.

Y la última reflexión ¿por qué no surge una violenta mara en los ya modélicos países nórdicos? Si los gobiernos realmente trabajaran por el bienestar de las personas, desactivarían muchas manifestaciones delincuenciales.

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