<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
Síguenos en:
x
Columnistas | PUBLICADO EL 25 marzo 2022

Experto en nada

Siempre me he preguntado por qué hay gente que se avergüenza de no saber algo. No debería ruborizarnos reconocer que no hemos leído tal o cual libro o autor.

Por Diego Aristizábal - desdeelcuarto@gmail.com

Todo surgió en una conversación informal ante un grupo de personajes que fungían de sabios. Cada uno creía saberlo todo y con tremenda convicción; sin ahondar sobre las obras, citaban nombres y autores como si, más que una conversación sobre literatura, lo que quisieran era dejar en limpio listados de autores o de obras sin ninguna intencionalidad. Yo escuchaba y guardaba silencio. De repente, aburrido ante tanta genialidad, se me ocurrió una idea suicida. Tantearía el conocimiento profundo de mis interlocutores con el abanico de mis autores.

Fue entonces cuando les dije que suponía que habían leído la genialidad de Georgi Bulgákov y Osip Imber o que conocían las novelas de Ileana Földenyi, una escritora húngara importantísima. Sin mediar silencio, el sabio más tonto de todos afirmó categóricamente: “Claro, son excepcionales”, y sin vergüenza enlazó todo esto con otra sarta de bobadas. En ese momento me retiré muerto de risa, había comprobado que su estupidez era infinita. Mis tres autores favoritos habían nacido en ese instante en mi imaginación.

Siempre me he preguntado por qué hay gente que se avergüenza de no saber algo. No debería ruborizarnos reconocer que no hemos leído tal o cual libro o autor, y más cuando todos los días nacen y mueren escritores. Debería apenarnos si después de escuchar algo sobre tal o cual libro o autor, sea clásico o no, quedemos impávidos, sigamos siendo los mismos, no se estimule en nosotros un ápice de curiosidad.

Yo he conversado con buenos lectores que han reconocido no haber leído La montaña mágica de Thomas Mann o que no han podido pasar de la página 45 de Los versos satánicos de Salman Rushdie, así como yo he tenido que preguntar quién es Georg Trakl porque jamás había escuchado tal nombre, aunque me explicaran que la crítica lo consideraba el gran sucesor de Hölderlin, uno de mis autores favoritos. Mejor dicho, no tengo ni idea de tantas cosas, mi lista de desconocimientos es amplia y desoladora. A veces, incluso, me detengo ante los libros de mi biblioteca, y así de muchos diga: ya me lo leí, cómo olvidar este relato, inolvidable esta otra novela, también debo decir: este no me lo he leído, aquel tampoco, y así con muchos más. Ellos me esperan pacientes, saben que yo sé que existen, me sueltan de vez en cuando líneas espontáneas que yo escribo en mi libreta para saber así sea un poquito más de ellos. Yo soy sincero con los libros y con las personas con las que hablo; tal vez por eso, cuando no sé, lo único que se me viene a la mente es tomar nota, hago todo lo posible por salir cuanto antes de mi tremenda ignorancia. Por eso también es aterrador echarle un vistazo a las redes sociales y ver cómo nacen todo el tiempo “expertos” sobre los temas del día y, sin pudor, dan cátedra, son adalides de su ignorancia 

Diego Aristizábal

Si quiere más información:

.