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Columnistas | PUBLICADO EL 18 febrero 2023

Ética y política del cuidado

La ética en la política no consiste ni se limita a evaluar si los políticos tienen o no investigaciones o si roban en pequeñas o grandes cantidades.

Por Luis Bernardo Vélez Montoya - redaccion@elcolombiano.com.co

En Medellín hemos escuchado varias veces a la filósofa española Adela Cortina hablar, tanto al sector público como al privado, de una ética del cuidado a la que le correspondería una política del cuidado.

La relación entre la ética y la política es una relación natural. Aristóteles nos demostró hace casi 25 siglos que la política es el terreno de la realización ética. Sin embargo, son los mismos acontecimientos de nuestra historia, universal y local, los que a fuerza de sufrimientos y errores nos obligan a relacionar estos dos caminos vitales para la sociedad. Tanto en la ética como en la política, en sus modos más simples y cotidianos, los seres humanos proyectamos nuestro más profundo deseo: cuidar de la propia vida, cuidar la vida de los otros, cuidar el mundo en el que vivimos con los otros.

Aunque toda ética sea un esfuerzo por el cuidado, no toda política honra ese esfuerzo. Lejos de los moralismos a los que estamos acostumbrados, la reflexión ético política debe consistir en examinar con mucho tacto qué tanto la acción política de nuestro entorno ciudadano, de nuestro país, de la ciudad en la que vivimos nos acerca o nos aleja de esa aspiración ética del cuidado propio y del cuidado de los otros. La ética en la política no consiste ni se limita a evaluar si los políticos tienen o no investigaciones o si roban en pequeñas o grandes cantidades. La ética en la política es la revisión que hacemos todos los ciudadanos de si las condiciones sociales, normativas, institucionales y los discursos y acciones con los que construimos el universo político verdaderamente nos representan un baluarte para el disfrute de la vida con otros o, por el contrario, la corrupción, el abandono, el aprovechamiento privado de los bienes públicos, la desidia y el descuido, la indiferencia y la manipulación, la confrontación destructiva, entre otros rasgos son los que nos constriñen esa auténtica y natural aspiración ética a la vida buena.

Ha dicho Adela Cortina que esa ética política del cuidado empieza por cuidar la palabra. La palabra que usamos para llamar a las cosas o para nombrar a las personas es, y de un modo muy importante, la llave de entrada para la construcción de una sociedad del cuidado o, por el contrario, el cerrojo que toma prisionera la aspiración ética de disfrutar de una vida cuidada entre todos en instituciones que resguarden y garanticen nuestro bienestar. La política nos puede dividir eventualmente porque se trata siempre de una disputa por el poder en la que salen a flote las pasiones humanas en sus formas más maravillosas o más terribles. Pese a esto, o mejor, gracias a esto, debemos siempre pasar la acción política por la reflexión ética. Esto no significa otra cosa distinta que pasar nuestra acción ciudadana de la toma de decisiones por el cedazo de la gran pregunta ético-política por excelencia: ¿Con esta política estamos cerca o lejos de la aspiración ética del cuidado de una vida buena, con otros, para otros y en instituciones justas?

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