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Entre risible y llorable

Hoy, en vísperas de elecciones, en que el desencanto democrático que nos producen el deprimente panorama electoral y la increíble profusión de candidatos que se han creído el cuento de que sirven para gobernar, confieso que más que estar contentos, muchos francamente nos sentimos tristes.

28 de octubre de 2023
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  • Entre risible y llorable

Por Ernesto Ochoa Moreno - ochoaernesto18@gmail.com

Leyendo Los trabajos de Persiles y Sigismunda, de Miguel de Cervantes, una novela del autor de El Quijote que, me imagino, casi nadie ha leído, encuentro en el capítulo V del libro II este concepto: “Una de las definiciones del hombre es decir que es animal risible, porque solo el hombre se ríe, y no otro ningún animal; y yo digo que también se puede decir que es animal llorable, animal que llora”.

Hoy, en vísperas de elecciones, en que el desencanto democrático que nos producen (me producen a mí, al menos) el deprimente panorama electoral y la increíble profusión de candidatos que se han creído el cuento de que sirven para gobernar, confieso que más que estar contentos, muchos francamente nos sentimos tristes. Es una vivencia que da ganas de llorar. Nos sentimos así: llorables, animales que lloran.

Me gusta eso de que el ser humano es el único animal que llora, llorable, así como es el único que ríe, risible.

Miremos el diccionario de la RAE. “Risible: capaz de reírse”; “que causa risa o es digno de ella”. Y por ende pienso que llorable, así no esté registrado en el diccionario, debería significar que es capaz de llorar, y, también, que causa llanto, que hace llorar. O que está a punto de llorar, como muchos hoy, en vísperas de elecciones, por la incertidumbre y el desencanto que nos produce la jornada cumbre de la democracia.

Con respeto por lo que cada uno piensa de sí mismo, francamente creo que muchos nombres que uno oye en la publicidad política de las campañas, como propuesta para ocupar cargos públicos, abonan la idea de que el ser humano no solo es el único capaz de reír, en cuanto risible, sino, sino también un animal “ridículo”. Que esta palabra, según el diccionario, significa que mueve a risa o burla. De ahí que, diría entonces, lo mismo que como animal llorable da ganas de llorar, da grima. Sobre todo si se deja dominar por vanidades y megalomanías. O simplemente por codicias, ansias de poder y otros desafueros de la condición humana.

Voy a ser sincero. Casi nunca he sido abstencionista. Pero hoy no me emociona una jornada electoral. Y no es que con los años me haya entrado la acedía partidista, pero estando prácticamente sin vigencia ni atractivo los partidos políticos tradicionales y emponzoñados de polarización los nuevos grupos y los nuevos líderes, amén de la poca seriedad que han mostrado muchos últimamente en el manejo de sus desempeños y aspiraciones, el menú electoral del domingo no emociona ni atrae. Me da pena confesar en voz alta el pecado democrático que cometeré mañana si no acudo a las urnas. No por pereza, sino por desengaño. Una confesión entre llorable y risible.

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