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Columnistas | PUBLICADO EL 06 agosto 2021

El valor de la amistad

Por Agostinho J. Almeida@Agos_Almeida

Amistad, un estado de afecto, estima, intimidad y confianza perdurables entre personas (así lo define www.britannica.com).

En un poema de Antoine de Saint-Exupéry (“Amigo mío”), él destaca la belleza y la paz que puede representar la verdadera amistad: “Amigo mío, tengo tanta necesidad de tu amistad. Tengo sed de un compañero que respete en mí, por encima de los litigios de la razón...”. Casi todos necesitamos amigos; pero no me refiero a todas las personas con las que nos relacionamos y convivimos a diario, que son absolutamente esenciales en nuestras vidas y que hacen parte de quiénes somos y de la felicidad que es la vida. Me refiero al desarrollo de ese vínculo tan especial que es la verdadera amistad, que parece que no tiene fin, no importa cuántos años pasen, lo poquito que han hablado o los cambios que la vida haya puesto en el camino. Los que tenemos amigos así, una amistad sin precio, entendemos la diferencia.

El tipo y la profundidad de amistades también cambia durante nuestras vidas. Cuando somos niños, tendemos a vincularnos a los demás en función del acceso a las cosas y la proximidad (con el vecino o el niño que tiene los juguetes más geniales). Afortunadamente, a medida que envejecemos, empezamos a aprender —a veces por las malas— que los intereses comunes, los valores compartidos y la lealtad son más importantes. Pero la verdadera amistad no se trata solo de los buenos momentos, se trata de estar allí cuando otras personas te necesitan, de comprender sus defectos y de invertir el tiempo para apreciar y cuidar esa relación. Pablo Neruda lo menciona en su poema “Algunas amistades son eternas”: “Cuando estás triste y el mundo parece oscuro y vacío, esa amistad eterna levanta tu ánimo y hace que ese mundo oscuro y vacío de repente parezca brillante y pleno”.

Pero tener amigos conlleva riesgos; significa estar expuesto, mostrarse vulnerable y, por momentos, compartir emociones, secretos y miedos profundos de nuestro ser. También significa que, debido a ese tipo de relación, la magnitud de cualquier potencial conflicto es mayor, así como su impacto. Los celos, la manipulación y la desconfianza son solo algunos de los temas que pueden poner en peligro esa cercanía y sentimiento. Y, en realidad, no podemos ni debemos siquiera preocuparnos por ellos, pues la amistad supone ese nivel de confianza de que esas cosas nunca pasan: “Te estoy agradecido porque me recibes tal como soy. ¿Qué he de hacer con un amigo que me juzga?” (Saint-Exupéry).

Pero si hay algo que me despierta la curiosidad y el fascinio, es el lado imprevisto de la amistad, como esa conexión (una palabra con tanta intencionalidad) surge en cualquier momento o parte y con las personas más inesperadas, con las cuales uno no contaba detonar esa relación tan profunda: “Algunas veces encuentras en la vida una amistad especial: ese alguien que al entrar en tu vida la cambia por completo... Tienes una amistad para toda la vida, ya que una amistad eterna no tiene fin” (Neruda). Definitivamente, una amistad así no tiene precio, pero su valor es incalculable...

Agostinho J. Almeida

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