viernes
0 y 6
0 y 6
A Iván Duque se le acabó el tiempo. El resto de su periodo lo sorteará apenas como un mandatario timorato en busca de un mínimo de gobernabilidad, sin fuerza en el Legislativo y sin que el pueblo le crea. Se le pasarán los meses venideros en discursos construidos con frases vacías, en medio de un caminar triste, mientras insiste en políticas que han mostrado su fracaso. Se le irá su curso, en definitiva, intentando encontrar un estilo propio que nunca asomará.
Parecería atrevido asegurar que, a estas alturas y aún sin llegar al ecuador de su cuatrienio, el presidente se ha quedado sin oxígeno, pero el problema es demasiado grave y las raíces lo suficientemente profundas como para confiar en que llegará un timonazo en la segunda mitad. Sin una sola gota de carisma y con su autoridad cuestionada incluso por el Centro Democrático, la sensación que trasmite la Casa de Nariño es la de una embarcación sin rumbo cuya cabeza intentó quedar bien con todos, pero terminó mezclando intereses y confundiendo prioridades.
Joven de apariencia, pero viejo en las formas, Iván Duque está perdido en el laberinto que labró su propia inexperiencia. Se le ve incómodo, fuera de lugar en interpretaciones y declaraciones, en análisis y decisiones, ahogado por su partido que es cada vez más anacrónico y violento y al mismo tiempo sin margen para consolidar alianzas con colectividades que esperan algo a cambio.
En política se perdona más fácil el error que la indecisión y a este presidente pocas veces se le ve convencido. Cuando lo hace, su ceño fruncido y su mano apretada parecen una impostura. En su círculo cercano dicen que es problema de imagen, que hay que mejorar la comunicación, pero la forma parece ser consecuencia de la falta de sustancia. No hay un eje que estructure su mandato ni un ministerio que resalte por sus logros ni un triunfo resonante que se pueda ofrecer como salvavidas.
Ocho de cada diez colombianos desaprueban su gestión. La cifra es apabullante. En un país como el nuestro, con una larga lista de presidentes impopulares, con notas tan bajas en apellidos como Samper y Pastrana y Barco, el actual mandatario les gana a todos la pelea del menos bueno. La angustia es mayor si, como flota en el ambiente, el suelo parece aún estar muy lejos.