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Por Andrés Restrepo Gil - opinion@elcolombiano.com.co

El tribunal de la autoestima

Tan acostumbrados estamos al maltrato que hemos terminado por creer que el problema no es dañar al otro, sino no tener desde niños ese anhelado e infranqueable escudo contra el acoso.

08 de diciembre de 2023
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Por Andrés Restrepo Gil - opinion@elcolombiano.com.co

Cansado de escuchar las burlas de otros niños sobre su cuerpo y su apariencia, Juul se corta los rizos rojos, se arranca las orejas, se saca los ojos, se quema la lengua. Una y otra vez escuchó comentarios sobre sus brazos, sus piernas, sus manos. Y sin mediar reflexión alguna, se hace amputar las manos, se hace cortar las piernas, hace desaparecer sus brazos. Juul es el protagonista de un libro ilustrado que lleva por título su nombre y, según se sabe, el relato ficcional que este libro retrata tiene sus orígenes en la historia real de un niño belga que, ante las humillaciones a las que fue expuesto debido a los comentarios y actitudes de otros niños, decide quitarse la vida. Gregorie de Maeyer y Koen Vanmechelen, los autores, logran retratar en un par de páginas el peso que contienen los comentarios y la carga que trae consigo las burlas. “Orejas de soplillo”, “bizco”, “tartamudo”, “patizambo” fueron algunos de los apelativos que provocaron el propio desmembramiento al que se somete Juul.

Podría resumir en dos las reacciones que tienen los maestros ante este libro cuando lo leemos en los talleres de inclusión que realizo con ellos. Los unos, reconocen el peligro de la palabra y suponen lo difícil que fue para Juul escuchar los comentarios de sus compañeros acerca de su cabello, sus orejas, sus manos. La otra reacción se concentra no tanto en los comentarios que recibió Juul, como sí en la falta de autoestima que lo caracteriza y que desencadena su propio desmembramiento. Bajo el supuesto de que la violencia ha existido siempre y es un mal inevitable, esta postura le adjudica a Juul la responsabilidad de lo que sucedió, por no haber tenido un carácter lo suficientemente fuerte que le permitiese hacer frente al maltrato que sufrió.

Esta segunda interpretación le otorga a la autoestima unas facultades omnipotentes. Mi impresión es que tan buena reputación ha alcanzado la autoestima, que se ha llegado a creer erróneamente que es una facultad que lo puede contra todo y que los niños están obligados a interiorizarla con rapidez para que su carácter sea de acero, como una armadura. Tal idea se sustenta en un trasfondo funesto. Por un lado, promueve la normalización de la violencia. Por otro, revictimiza. En la misma medida en que adjudicar la culpabilidad a la víctima nos hace cómplices de al menos una de las muchas estrategias de la revictimización, normalizar la intimidación nos hace caer en una de las muchas trampas de la violencia.

Tan acostumbrados estamos al maltrato que hemos terminado por creer que el problema no es dañar al otro, sino no tener desde niños ese anhelado e infranqueable escudo contra el acoso. De acuerdo con esta segunda interpretación, si Juul ha fragmentado su cuerpo es porque carece de autoestima y no precisamente porque haya sido víctima de una violencia sistemática por parte de otros niños. Según el tribunal de la autoestima, la culpa es de las víctimas; según este tribunal, la culpa es de Juul.

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