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El propósito del liderazgo

No debemos confundirnos, el reconocimiento público y el poder no son suficientes para merecer el título de líder.

10 de febrero de 2024
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  • El propósito del liderazgo
  • El propósito del liderazgo

* Director de Comfama

Querido Gabriel,

Tiene un montón de seguidores, ¡tremendo líder! Habla bien, es inteligente y emociona con sus discursos, ¡es un líder! Se hizo a pulso, creó su empresa de cero, ¡gran líder! De su voluntad dependen la vida y el trabajo de miles, ¡impresionante liderazgo! Es una persona dulce y amable, uno se siente bien a su lado: buen líder. Estas frases, u otras parecidas, oímos a cada rato para diagnosticar el liderazgo. Pero, ¿será que confundimos influencia, dinero, poder, bondad y carisma con liderazgo? A veces buscamos la esencia en la herramienta y no en la obra. ¿Conversamos sobre para qué, realmente, se debe liderar?

La forma en que se hace una labor no es suficiente para determinar su relevancia. Si un líder es carismático, moderado, servidor, autoritario, compasivo, multiplicador, dulce, amargo o inspirador, será tema de otra tertulia, algún día hablaremos de las formas del liderazgo. Son dos conversaciones diferentes. ¿Para qué sirve un supuesto líder amabilísimo si no tiene objetivos claros? El visionario que no es capaz de mover a las personas en la dirección de esa visión se queda a medio camino. El discurso más poético y corajudo, sin gestión ni logros, será un montón de palabras que se va por el alcantarillado. El supuesto líder sabio que no construye equipo ni obtiene logros, será algo así como una estatua viviente.

Tampoco podemos confundir fama y gloria con liderazgo. El poderoso no necesariamente es líder, son dos asuntos diferentes, aunque a veces se encuentren. Solo deberíamos llamar líderes a los que crean valor social, quienes prestan un verdadero servicio, a esas personas que, con su labor, hacen realidad nuestras más elevadas aspiraciones colectivas. Los humanos somos mamíferos, nos gustan los reyes, los leones, los dictadores y los mesías. Pero no debemos confundirnos, el reconocimiento público y el poder no hacen al líder. Faltan un propósito claro y un camino hacia su realización.

El profesor de Harvard, Ronald Heifetz, en sus cursos y libros sobre el tema, aporta una idea simple que puede orientar esta tertulia. El verdadero líder genera un proceso que permite que una sociedad, una organización o una comunidad se muevan de una situación A, la actual, a una nueva situación, la B, más elevada, con mayor bienestar y mejores niveles de prosperidad. Recuerdo que, cuando escuché esta frase, se me salió el ingeniero. Dibujé un plano cartesiano, con dos puntos, A, cerca al origen, y B, a una altura mayor, conectados por una flecha. “Liderar es un trabajo y la fórmula de trabajo en física es fuerza por distancia (T = F*D). Si no hay desplazamiento, entonces no hay trabajo, no se es un verdadero líder”, leo en mi cuaderno.

El verdadero liderazgo debe generar cambios visibles y evidentes. Si es un líder político se tratará del bienestar. Si es un líder empresarial, será el valor, como quiera que lo definamos. Si es un líder comunitario, hablaremos del cambio social. Si es un líder académico, mediremos el impacto del conocimiento producido. Abramos la tertulia citando al mismo Heifetz: “El progreso en los problemas es la medida del liderazgo”. Todo lo demás es banal, adjetivo, ilusorio, producto del ego, simple espejismo del poder.

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