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En tiempos como los actuales, cuando se tiene tan idealizada la felicidad y “el ser feliz”, es visto como una obsesión, como un fin al que todas las personas debemos llegar. Hablamos de una “Economía de la Felicidad”, Pero parece que nos hemos olvidado del poder de las cosas simples. Yo creo que en este momento donde nos toca obligatoriamente quedarnos en las casas, es momento de volver a las cosas simples, que hacen de “ser felices”, una forma de viajar por la vida más allá de un destino.
Una de las cosas simples que más disfruto en la vida, es hacer crucigramas. Aunque la historia de los crucigramas se remontan a finales del siglo XVIII, se reconoce que el primer crucigrama fue publicado en 1913 en Estados Unidos. Pero para mí la inventora del crucigrama y la campeona mundial, era mi abuelita, nos sentábamos juntas a hacer crucigramas. Hoy en día, una de las cosas simples que me hace feliz y que no se reporta en los índices de la “Economía de la Felicidad”, es el poderme sentar a hacer crucigramas.
Otra de las cosas simples y cotidianas que me hace muy feliz, es la sopa de pastas que hace mi papá los domingos cuando le toca cocinar. Lo que más disfruto son los alardes que hace de ser un ‘chef mediterráneo’, porque nació en Amalfi. Aclaro que su patria chica es el pueblo antioqueño y no la playa de la costa mediterránea en Italia.
Puede ser que el mejor chocolate sea el suizo, pero el sabor de los chocolates más exquisitas del mundo jamás se podrán comparar, para mí, con el sabor de las chocolatina que me han dado con todo el amor mis novios o mis amigos y mis amigas.
Como sea: son las cosas simples que me hacen feliz.
Tal y como dice Borges, en su poema titulado Los justos: “Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo”. Seguramente nuestra idea de la felicidad está tan inalcanzable que parece de otro mundo, por lo que para lograrla necesitamos demasiadas cosas, hasta un curso en Harvard.