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Columnistas | PUBLICADO EL 17 octubre 2022

El peligro de intentar reducir el mal en vez de enfrentarlo

Cuando se enfrenta a un adversario que no se guía por lo lógico sino por lo ideológico, y además no se mueve en el mismo plano ético y moral que usted, resulta un error fatal actuar creyendo que, cuando empiece a acumular fracasos, recapacitará y se abstendrá de ejecutar sus planes.

  • El peligro de intentar reducir el mal en vez de enfrentarlo
  • El peligro de intentar reducir el mal en vez de enfrentarlo
Por Juan David Escobar Valencia redaccion@elcolombiano.com.co

Recuerdo discusiones con personas ingenuas y/o necias, que me decían que el gobierno Santos no era peligroso porque le iba a ir muy mal y no tendría tiempo de hacer daños. Igual sucedía con el gobierno de Venezuela; decían que yo era muy exagerado, que ese gobierno era tan incapaz que pronto caería. Hace poco, hablando de la situación actual me volvieron a decir que yo era muy “pesimista”, que no había que oponerse firme y rotundamente en todos los campos requeridos a lo que va a destruirnos, sino oponerse constructivamente, porque la abrumadora ineptitud de la fuente de las amenazas seguramente lo debilitará tanto que no provocará muchos perjuicios. Habrá que advertirles a los investigadores del cáncer que llevan décadas equivocados con la fórmula para acabarlo.

Cuando se enfrenta a un adversario que no se guía por lo lógico sino por lo ideológico, y además no se mueve en el mismo plano ético y moral que usted, resulta un error fatal actuar creyendo que ese adversario, además de comportarse como usted, cuando empiece a acumular fracasos, recapacitará y se abstendrá de ejecutar sus planes en la forma y con los medios que pensaba hacerlo.

En muchos campos, incluida la política, hay quienes prefieren cortar la maleza cuando esté alta, en vez de arrancarla. Prefieren aceptar un supuesto nivel menor de olas hoy, porque creen ilusamente que eso evitará el tsunami mortal que de todas maneras vendrá mañana. Si no me creen, repasen la historia con los talibán en Afganistán, los narcoterroristas en Colombia o la dictadura en Cuba.

Quienes consideran que el mal tiene los mismos límites que tiene el bien, seguro se irán para el cielo por inocentes, pero pronto. Quienes piensan que el mal es impaciente y no sabe resistir el tiempo, son quienes creen que no hay mal que dure cien años. Categorizar a algo dañino de “insostenible” suele ser muy inusual, porque la ilusión hace que el pronóstico de su existencia se reduzca, y además te libra de ser calificado con la estúpida categoría de “pesimista”.

Muchos debates insulsos se deben a personas que discuten con diferentes horizontes de tiempo. Oigo a algunos diciendo que es preferible oponerse constructivamente al mal para intentar reducir el daño en el corto plazo, sin entender que no oponerse completa, legal e inteligentemente a él es una manera de ayudarle a que no se equivoque, se fortalezca y reduzca sus riesgos, asegurando en el mediano plazo que la gente se acostumbre a los efectos negativos, termine perpetuándolo, y hasta “legalizarlo”.

A muchas de las cosas malas no se les debe dar tregua alguna ni gastar las energías morigerando sus efectos, pensando equivocadamente que “la esperanza es una estrategia”. Oponerse plenamente con argumentos y legalmente no es inmoral, indigno o políticamente incorrecto, al contrario. No enfrentarlas rotundamente les da tiempo y recursos para que finalmente hagan lo que querían hacer, incluso de peor magnitud y con efectos irreversibles

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