Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6
No podemos dejar que se instale la idea de que aquí el que tenga dólares puede hacer lo que se le antoje, con la complacencia o la complicidad de las autoridades.
Por Daniel Carvalho Mejía - @davalho
Cuando era niño, en las épocas en que Medellín era una ciudad mundialmente temida, ver a un ‘gringo’ en la ciudad era un acontecimiento; qué difícil era que alguien se atreviera a visitar un lugar con tan mala reputación. Hoy es tan común ver los bares colmados de turistas extranjeros como escuchar las quejas de los medellinenses sobre el impacto que el turismo desbordado tiene en su cotidianidad. Es de celebrar que nuestra ciudad haya dejado progresivamente atrás su imagen negativa y se posicione como un destino de talla internacional, recibiendo casi un millón y medio de visitantes anuales, lo cual dinamiza la economía local. Sin embargo, es urgente analizar las repercusiones de este fenómeno, definir qué tipo de turismo queremos recibir y tomar las decisiones necesarias para que esta fiebre no nos traiga nuevas pesadillas.
Las principales preocupaciones derivadas del auge turístico están asociadas a problemas de convivencia, seguridad, explotación sexual, consumo irresponsable de sustancias psicoactivas y tergiversación de los precios de la vivienda. Estos impactos se expanden a otros municipios antioqueños, donde se suman problemas relativos al suministro de agua y a la escasa capacidad de planeación y control de las autoridades locales. Infortunadamente, las políticas públicas existentes son tímidas para enfrentar estas externalidades, pues carecemos de un buen diagnóstico y nuestras instituciones son muy débiles para abordar el reto inmenso que supone hacer del turismo uno de nuestros pilares económicos.
Los próximos gobernantes de Medellín y Antioquia tienen el deber de abordar conjuntamente este tema con estrategias que deben aparecer explícitamente en sus planes de desarrollo, como el robustecimiento de un cuerpo de funcionarios dedicados de lleno a la promoción y el control del turismo. Necesitamos, por ejemplo, que nuestra región les hable directamente a sus visitantes: es incomprensible que en los aeropuertos no veamos campañas dirigidas a los turistas donde se les exprese nuestra alegría de recibirlos, se les recuerde el comportamiento que esperamos de ellos y se les adviertan las consecuencias de romper la ley. No podemos dejar que se instale la idea de que aquí el que tenga dólares puede hacer lo que se le antoje, con la complacencia o la complicidad de las autoridades. Por otra parte, si queremos ofrecer algo más que fiestas y consumo desaforado de alcohol, es necesario consolidar una oferta turística que incluya una gran variedad de eventos culturales, recorridos temáticos y sitios de gran valor ambiental en todo el departamento, llevando así el impacto económico a otros sectores y otros municipios.
El antioqueño es servicial y orgulloso de su tierra, le gusta recibir visita y suele atenderla con esmero, pero no tolera al visitante conchudo. Debemos poner reflectores y esfuerzos sobre el auge creciente del turismo en nuestra tierra, si queremos beneficiarnos de él y no ser sus víctimas.
PD: El aumento del costo de la vivienda debido al turismo, del cual se habla actualmente bajo los términos ‘turistificación’ o gentrificación, merece una reflexión aparte en mi próxima columna. Por lo pronto debo alertar sobre un proyecto de ley que cursa en el Congreso que, a través de un ‘mico’, pretende modificar la Ley de propiedad horizontal para dar total flexibilidad al arrendamiento de corta duración, en contra de las recomendaciones del gremio inmobiliario, las preocupaciones de los ciudadanos y las tendencias mundiales en ciudades que han padecido un turismo depredador. Nos opondremos a ello e invitamos a la bancada antioqueña a hacer lo mismo.