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Gran parte de las personas que defienden a los palestinos no tienen ni idea quiénes son, qué hacen, cómo piensan, cómo los educan, o de qué viven. Ignoran también quiénes son los israelíes, qué hacen, cómo piensan, cómo los educan, o de qué viven.
Por Diego Santos - @diegoasantos
Apoyar a Israel en estos momentos no está de moda. Ahora lo popular es gritar “Fuck Israel and Free Palestine”, como vimos la semana pasada en una enorme pantalla en el festival musical de Coachella. Quienes ondean hoy la bandera palestina, o visten la kufiya, presumen de estar del lado correcto de la historia, obteniendo a la par miles de ‘likes’ en sus redes sociales.
A la luz de lo que estamos viendo en las calles de las principales ciudades europeas, estadounidenses y algunas latinoamericanas, pareciera que los cientos de civiles israelíes que fueron masacrados de la manera más descarnada posible el 7 de octubre de 2023 en el suroeste de Israel nunca existieron. Es como si los niños incinerados, las abuelas acribilladas a tiros y las mujeres inocentes violadas y asesinadas delante de sus familiares apenas fuera una leyenda urbana. Hasta la ONU llegó a cuestionar lo de las mujeres.
Unas semanas después del segundo Holocausto, cuando Israel ya había iniciado su respuesta contra Hamas, CNN publicaba una galería de fotos de la guerra, en la que escogió las fotos más sobrias para mostrar la masacre contra los israelíes, mientras que seleccionó las más impactantes para mostrar lo de Gaza. Niños corriendo, papás sosteniendo a sus hijos ensangrentados. CNN no mostró a las familias a las que regaron a balazos; tampoco al niño al que le pegaron un tiro en la frente; mucho menos a los jóvenes del festival Nova desfigurados por los múltiples tiros.
Gran parte de las personas que defienden a los palestinos no tienen ni idea quiénes son, qué hacen, cómo piensan, cómo los educan, o de qué viven. Ignoran también quiénes son los israelíes, qué hacen, cómo piensan, cómo los educan, o de qué viven. Mucho menos tienen idea de cómo es la cultura tan particular del Medio Oriente. El ascendiente antisemitismo de líderes de izquierda les ha inculcado en su imaginario que los palestinos son los oprimidos, los que expulsaron, y los judíos, los opresores.
Nadie les cuenta, por ejemplo, que el 20% de la población israelí es árabe. Tampoco les dicen que los palestinos una y otra vez han rechazado una y otra vez acuerdos de paz que les otorgaba su sueño de un Estado. Mucho menos saben que el palestino educa a sus hijos para odiar y matar al judío, y que el israelí es la antítesis de eso.
A todos aquellos a los que les priva la tendencia del momento, apoyar a los palestinos, ¿dónde estaba su indignación horas, o días después del 7 de octubre? ¿En qué momento se pusieron el kipá y ondearon la estrella de David? “Es que la desproporción de la respuesta es un genocidio”, dicen. Les pregunto, ¿qué esperan que haga Israel, cruzarse de brazos, dejar que Hamas se fortalezca para el tercer Holocausto, esperar a que Hamas decida cuando devolverle a sus secuestrados?
¿Por qué tan difícil ponerse en los zapatos de Israel? Sencillo: por israelo-judeo-fobia. Por antisemitas.