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Las personas pasan y la vida sigue, obviamente, pero es claro que uno descubre también cómo es posible vivir y trabajar mejor por el largo y corto tiempo con el otro.
Por Diego Aristizábal Múnera - desdeelcuarto@gmail.com
No sé cuántas veces he escuchado la misma frase: “Nadie es indispensable en esta vida”, y muchos se van creyendo ese cuento hasta llegar a ese punto donde se eliminan los afectos y el otro da igual si está o no está, y así se conforman las corazas, la falta de empatía, el despojo por las relaciones humanas, y así se desconoce el valor del otro, su aporte, la sutileza o lo mucho que deja en la vida y, muy especialmente, en un entorno laboral.
Pero resulta que las personas sí son necesarias e importantes. Resulta que uno muchas veces va a trabajar por las personas, porque se crean lazos de amistad, de cariño y afecto que son tan fuertes y eternos que se siguen encontrando en los propósitos comunes de la vida.
Las personas pasan y la vida sigue, obviamente, pero es claro que uno descubre también cómo es posible vivir y trabajar mejor por el largo y corto tiempo con el otro. Si las personas pasaran y ya, y fríamente uno aceptara esa condición, pues bienvenida la inteligencia artificial y los diálogos esquematizados, las máquinas, la frialdad, que nunca escatiman la condición del día a día del otro que se despierta y llega a tu lado y no siempre es el mismo, a veces está alegre, otras anda con una tristeza inexplicable o una angustia que dan ganas de quitarse el corazón.
A mí se me hace que cuando las empresas o los soberbios dicen categóricamente que “nadie es indispensable”, entran en esa ruta despiadada de negarse a construir afectos y por eso uno ve tantas empresas infelices, buitres que solo quieren sacar tajada sin importar lo que cueste o tengan que hacer. Es cuando uno ve un montón de personas que van a trabajar y compiten entre ellos, se destruyen, aumentan sus frustraciones a pesar de sus “logros”.
Me niego a pensar en el rotundo pensamiento de que las personas pasan y ya; si así fuera, nada de todo lo valioso que se ha construido en este universo valdría la pena. Las personas que pasan por nuestras vidas son las que construyen los grandes proyectos, los hacen crecer, los vuelven necesarios en una ciudad, transforman lo que no se había pensado. Las empresas que consideran realmente importante al otro, cuando este decide irse, lo lamentan, se alegran si van para un sitio mejor, reconocen lo logrado e inician de inmediato, de la mejor forma, un diálogo armonioso para que los procesos sigan con alguien a quien acogerán como ser humano, que está ahí porque es fundamental en un proyecto, en una nueva etapa. Cuando alguien valora al otro y cree que cada uno es necesario, uno todavía guarda la esperanza en el ser humano, a pesar de todo.