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En la última novela de Eduardo Sacheri, “Lo mucho que te amé”, me detengo en una frase que dice Mabel, una de las hermanas de Ofelia que es quien cuenta todo ese entramado de amor y familia. “Mabel dice que no solo nos marca la familia en la que nacemos, sino también el momento que vive esa familia cuando nacemos”. Le doy vueltas y vueltas, porque su tono se me asemeja a un principio que he leído muchas veces y me encanta: “Todas las familias felices se parecen; cada familia infeliz lo es a su manera”, es de “Ana Karenina”, quien lee esa obra magnífica de Tolstoi no puede olvidarla, hay principios que se quedan grabados en la mente de uno el resto de la vida. Somos las frases que nos salvan, lo que evocamos casi sin querer.
Amos Oz dice que el comienzo de casi todos los relatos es realmente un hueso, algo con que cortejar al perrito, que puede acercarnos a la dama. La analogía con el cuento de Chejov, “La dama del perrito”, me parece encantadora, aunque esta vez no quiero detenerme en la contundencia que dan los principios a lo que leemos, quiero pensar un poco en los momentos que nos toca vivir con nuestras familias, en cómo se hacen, se transforman, se corrompen o se “purifican”.
La familia de mi padre, por ejemplo, se hizo en el campo, mis abuelos dignificaron la tierra y alimentaron una familia numerosa de hijos que entre ellos se fueron criando hasta constituir esa figura tan curiosa en nuestra cultura: el hermano mayor, como lo fue mi padre, era casi un referente paternal para los hermanos; es decir, de mi padre dependía, sin pretenderlo, el rumbo de sus hermanos. Mi padre, buen lector, fervoroso creyente de la educación, se dio cuenta de que una forma de “salir adelante” era estudiando. Esa sencilla decisión modificó cada instante de los hermanos que fueron naciendo, hasta el punto de tener nuevas opciones ante la vida. Varios de ellos creyeron en la educación.
La familia también puede enseñarte a repetir viejos vicios, karmas, rabias, formas de corrupción más tecnificadas y discretas, sobornos y venganzas. La familia puede plantearles a los hijos que cuando nada falta puede perderse todo, hasta los valores y la honra, de lo contrario no me explico el porqué hay herederos que avergüenzan las familias, barajan un nuevo principio, con un costal de huesos, no para el perrito, que te recuerdan también, al mejor estilo de Balzac, que detrás de toda fortuna hay un crimen. La sangre derramada y la injusticia provocada, ¿cuánto pueden durar?