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Por Jorge Alonso Vallejo J. - opinion@elcolombiano.com.co
Si recapitulamos titulares de la prensa sobre aquellos productos o sectores económicos que reemplazarán al petróleo como fuente de recursos económicos para Colombia, veremos al actual presidente de los colombianos enumerando los siguientes: los paneles solares, el cultivo y exportación de aguacate, los molinos para energía eólica, los bonos amazónicos y, ahora recién, el turismo. Uno a uno desgrana la doctrina petrista lo que serían esos sectores como fuente ubérrima de recursos que manarían hacia la administración pública, que con el progresismo sí será eficiente, para sustituir al tóxico petróleo, ahora que también el resto del mundo se afana en extinguir, salvo, curiosamente, algunos de los más eximios aliados del gobernante colombiano: ni Venezuela, ni Rusia, ni México ni Brasil atienden los llamados dramáticos de ese líder planetario que desde el país más rico en mariposas y aves los exhorta a acabar con su principal fuente de dinero.
Y en tanto el ocurrente profeta climático saca del sombrero sus propuestas alternativas al petróleo, expertos técnicos las desmienten una a una, con razones cargadas de datos y comparaciones matemáticas comprensibles incluso para los obsecuentes seguidores del líder, que prefieren la hipnosis del discurso a la odiosa racionalidad de las cifras.
Sin ser técnico ni experto en nada, solo un observador de la calle, se pregunta uno cuál es la preparación real de nuestro país para ser potencia mundial en turismo. Material hay, por supuesto: paisajes, gente amable, fauna y flora. Pero, alérgicos a las verdades como somos los colombianos, alguien tendrá que decirnos también que hay peligros, riesgos, deficiente infraestructura, transporte caro, abundancia de tumbadores (no mencionemos a Cartagena), estafas variopintas, dominio de bandas criminales, etc. Y la evidencia, para quien quiera verla: en buena parte somos destino turístico en cuanto país proveedor de drogas y prostitución. Y perdón por la crudeza.