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Columnistas | PUBLICADO EL 15 octubre 2021

De frente, contra las emociones

Por Agostinho J. Almeida@Agos_Almeida

Mi madre afirma sin dudar que soy su hijo favorito. Es cierto que también soy su único hijo, pero, como ella siempre dice, eso es solo un detalle sin importancia. En diferentes ocasiones la he mencionado como un ser humano único (obvio, si ella me trajo a esta vida...). Hasta el día de hoy, no puedo recordar tres veces que me haya gritado o tres veces en que haya usado la palabra “no” como respuesta. Definitivamente, mi mamá no es una persona de este mundo... Maestría y doctorado, líder en su campo, con una carrera sólida y exitosa. Pero, por encima de todo eso, ella siempre fue y será mía. Sé que puede sonar injusto para algunos, insultante para otros... pero ella es mi mamá, un súper-ser más allá de toda reprimenda; y sí es la mejor, como madre y como persona. Puede que sea la distancia, el océano entre nosotros hace tanto tiempo, pero solo puedo fijarme en lo increíble que es. En el mundo caótico en que hoy sobrevivimos, ella sigue siendo un ancla, una sombra mía con la que siempre bailaré.

Si tuviera que elegir su enseñanza más hermosa y profunda, probablemente sería “hacé frente a tus emociones sin reproches”: no huir al miedo, no impresionarse demasiado por el coraje, celebrar ser diferente y nunca subestimar el amor propio. La batalla contra el miedo siempre será una constante en nuestras vidas. Se necesita valor real para enfrentar nuestros temores y poder contarlo al día siguiente. Pero el coraje va y viene, y eso no es malo; al contrario, significa que permanecemos conectados a nuestras necesidades y al sentido de supervivencia. Lo importante es comprender por qué y cuándo se siente la necesidad de activar ese coraje. Y ser diferente; como diría mi mamá: “más bien me daría pena de ser igual que los demás; el sentido de ridículo es más para quien tiene miedo a no encajar”. Si al menos algunos no fuéramos diferentes y lucháramos por eso, ¿cómo sería el mundo hoy?

Finalmente, lo más importante, el amor por uno mismo. “En las entrañas y en el centro del alma: esta es la esencia, el dato básico, la única certeza; que solamente tu respiración te acompaña...”. En su poema “Primero está la soledad”, Darío Jaramillo refleja las palabras de mi mamá, un llamado a comprenderse, a sentirse, a existir con uno mismo. Solo así existe uno en esta realidad tan compleja: “primero y siempre está tu soledad y luego nada y después, si ha de llegar, está el amor”. Hay que reconocer lo poderoso de este mensaje y lo tan vital y reparador que puede ser el amor propio.

Me preguntarán por qué hoy dedico esta columna a mi mamá. La conmemoración del día de la madre viene, según algunos historiadores, de la antigua Grecia, día en que se rendía honores a la madre de Zeus, Hades y Poseidón. Curiosamente, en Bielorrusia celebran este día el 14 de octubre, entonces encajaría perfecto. Pero no es por eso realmente; la celebro porque ella, simplemente, es y merece ser celebrada todos los días. Para ti, mamá, con cariño 

Agostinho J. Almeida

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