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América Latina entró en un nuevo y acelerado pico de la pandemia y los gobiernos dibujan sobre la marcha las medidas que les permitan evitar el temido colapso sanitario. Los hospitales vuelven a llenar sus camas de cuidados intensivos como hace un año y los médicos, sobrepasados, imploran mayor responsabilidad ciudadana. Pero las cifras no se frenan. Los números registran rojos que no se habían visto hace meses, o incluso superan sus propios récords, mientras la inmunización evoluciona a un ritmo lento, frenada por la escasa disponibilidad de vacunas. El segundo tiempo de esta nueva realidad, además, enfrenta una población irritada, incapaz de nuevos aislamientos y desobediente. La pregunta es, a estas alturas, cuáles serán las decisiones que tomarán las diferentes presidencias, de México a Argentina, para evitar una catástrofe, sin perderle el ojo a sus intereses políticos.
Porque lo hemos sabido siempre. El manejo de la pandemia, desde su declaración hace ya un año largo, trata de sopesar la protección de la gente con el menor daño político de aquellos gobernantes que están al mando. Y ahora, con la nueva ola golpeando duro, resulta evidente que pocos presidentes están dispuestos a agotar su escaso capital con órdenes impopulares. Menos aún quienes -como es el caso de Perú, Argentina, Chile o Colombia- tienen en el horizonte cercano votaciones que definirán su fuerza ejecutiva o legislativa. Cada restricción traerá críticas feroces y cada crítica, muy posiblemente, menos votos.
Aún con lo que puede ser una temporada más violenta que la primera parece imposible que volvamos a ver prohibiciones como cuarentenas prolongadas o cierres de comercios. Por el contrario, escucharemos decisiones puntuales -territorial y temporalmente- que permitan quitar la presión sobre el sistema de salud y de sus trabajadores. Y así, durante todo este cansino 2021.
Los llamados al cuidado individual se reforzarán desde el discurso oficial como una manera de redistribuir responsabilidades, y estirar al máximo el arribo de malas noticias y más muertes. Unas y otras llegarán masivamente y la deseada salida de esta pesadilla está aún muy lejos. Así, la violencia del pico será una consecuencia proporcional a nuestro comportamiento. A estas alturas debería estar claro que descargar la navegación de la pandemia exclusivamente en los hombros de unos sujetos que se mueven por sus propias necesidades de poder es inocente e irresponsable