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La oposición insiste en que necesitará más tiempo para recomponerse porque los cambios que requiere el partido Demócrata son los más profundos de su historia reciente.
Por David E. Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com
El enorme desconcierto diplomático que ha causado el primer mes de la segunda presidencia de Donald Trump, con sus aranceles, sus propuestas violentas contra Panamá y Groenlandia, el insulto de transformar la Franja de Gaza en una Riviera turística o la demencia de negociar con Rusia la realidad de Ucrania -sin Europa y sin Ucrania- (por nombrar solo un puñado de decisiones), opaca la cara interna de la política estadounidense. Un huracán de más de setenta órdenes ejecutivas efectuadas por el mandatario republicano, que dejan de lado al legislativo para transformar ministerios, expulsar migrantes, despedir funcionarios públicos o declarar una guerra económica mundial, no permite que se asiente aún la polvareda. En medio del griterío y el desorden la pregunta es ¿dónde está la oposición? ¿En qué ha quedado el partido Demócrata?
El golpe que recibió la colectividad liberal en las elecciones de noviembre, con una Kamala Harris sorprendida por el tamaño de la derrota y un Joe Biden en retirada silencioso y melancólico, se sintió con fuerza en los liderazgos y en las bases. La disyuntiva que existió en el momento y se mantiene aún es cuál debe ser la postura para enfrentar al trumpismo: una radicalización del discurso hacia la izquierda, con figuras como el veterano Bernie Sanders o la joven Alexandra Ocasio-Cortez, o la idea de una reconstrucción del centro como opción política frente a la extrema derecha sentada por segunda vez en el Salón Oval.
A inicios de febrero el partido escogió al moderado Ken Martin como presidente del Comité Nacional Demócrata bajo la premisa de recuperar a la clase trabajadora y hacerle una radiografía a las derrotas presidenciales y legislativas. De allí tendrá que salir la plataforma que le permita a la agrupación recuperar el poder.
De la misma forma en que las determinaciones económicas de Franklin D. Roosevelt, con el New Deal, delimitaron las características de los partidos para el resto del siglo XX, la forma en la cual los republicanos quedaron presos del trumpismo y se inclinaron con rabia hacia la derecha impondrá nuevas definiciones para los demócratas. El primer cuarto del siglo XXI quedó atrás y el bipartidismo se repliega para enfrentar nuevas batallas.
Donald Trump asumió su segundo periodo hace solo cinco semanas, pero la rapidez de su demagogia y lo absurdo de sus propuestas han distorsionado el tiempo: parece que su mandato llevara una eternidad y ahora los enormes esfuerzos institucionales que siguieron a su primera presidencia para rehacer la democracia fueron borrados de un puñetazo en la mesa.
La oposición insiste en que necesitará más tiempo para recomponerse porque los cambios que requiere el partido Demócrata son los más profundos de su historia reciente. La realidad es que no hay margen de maniobra. Cada hora que pasa Donald Trump y su multibillonario asesor Elon Musk, asestan otro golpe a la institucionalidad. Hay que acelerar el paso porque a la democracia la persigue una aplanadora.