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Para los antioqueños había un reto que persistía: su desconexión. Luchando contra este exilio entre las montañas, Antioquia fue pionera con proyectos “ridículos” como el Túnel de la Quiebra.
Por David González Escobar - davidgonzalezescobar@gmail.com
La propuesta de organizar una “vaca” que reúna los recursos faltantes para completar las vías 4G en Antioquia suena, sin lugar a dudas, ridícula. Pero es simplemente una consecuencia de una serie de ridiculeces que la preceden.
Ridícula también fue la idea de colonizar hace siglos el terreno arrugado por montañas que hoy conocemos como Antioquia. Como lo relató hace un par de años Juan Luis Mejía en estas páginas, cuando Alexander Von Humboldt, uno de los más importantes exploradores de este continente, visitó Colombia, describió en su diario que “no era posible ingresar a la provincia de Antioquia, pues solo se podía emprender aquella aventura caminando a lomo de silletero”, ya que “ni siquiera las mulas eran aptas” para vencer las cordilleras del naciente departamento.
Sin embargo, a pesar de la hostil geografía, miles de colonizadores decidieron establecerse en busca de un mejor futuro en estas escarpadas montañas, dando forma a una región que, a través de un espíritu de asociación, se convertiría en una de las más prósperas del país.
Aún así, a pesar de ser uno de los polos industriales de Colombia, para los antioqueños había un reto que persistía: su desconexión. Luchando contra este exilio entre las montañas, Antioquia fue pionera con proyectos “ridículos” como el Túnel de la Quiebra, construido hace más de 90 años y en su momento el segundo más grande de América Latina, que permitió conectar la región con el río Magdalena. Por la misma época, se inició la construcción de la Vía al Mar, la cual ha sido recordada por estos días por su realización a través del espíritu cooperativo de la región impulsado por Gonzalo Mejía, que tras décadas de lucha contra la naturaleza y la falta de recursos, finalmente permitió el acceso autónomo desde Antioquia hacia el mar Caribe.
Sin embargo, el alto costo por kilómetro construido que viene de la mano de los túneles y puentes necesarios para sortear la topografía antioqueña dificultó la obtención de recursos por parte del Gobierno Nacional para grandes obras en el departamento. Antioquia no fue priorizada en las autopistas de primera, segunda y tercera generación. Fue finalmente en las de cuarta generación, las 4G, cuando el Gobierno Nacional dirigió su atención hacia Antioquia, estructurando vías que entrelazarían eficientemente al departamento con el Pacífico y el suroccidente del país, con el Magdalena y con la salida al mar por Urabá.
Así las cosas, lo verdaderamente ridículo es la obstinación del Gobierno Nacional por no cumplir con los recursos comprometidos para la culminación de estas vías, las cuales no “conectarán a El Poblado con Llanogrande”, como algunos han intentado encasillarlo en un esfuerzo mediocre por desviar la discusión hacia un falso dilema de lucha de clases, sino que conectarán a Antioquia, después de lustros de una “lucha ancestral” contra el aislamiento, con toda Colombia.
Ridículo es que el departamento de Antioquia deba recurrir a una “vaca” de aportes voluntarios como alternativa para llamar la atención del país entero sobre la problemática de los billones de pesos que podrían convertirse en “elefantes blancos” si las obras no se terminan.
La solución sensata sería que el Gobierno Nacional, que actualmente “ni raja ni presta el hacha”, cumpla con los compromisos faltantes. Sin embargo, mientras esto parece cada vez más improbable, aprovecho esta columna para respaldar esta “vaca ridícula” como un mecanismo de protesta: no solo contra la desidia hacia Antioquia, sino como un llamado por una mayor autonomía fiscal de las regiones, que es lo que en el fondo nos lleva a situaciones ridículas como estas.