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Todo el mundo ve en las encuestas de favorabilidad del presidente y en las de intención de voto de los precandidatos lo que quiere ver: para algunos, son la prueba irrefutable de la impopularidad irreversible de Petro o la confirmación de que su candidato se perfila como imbatible, mientras que otros, con los mismos números, llegan a conclusiones diametralmente opuestas.
Sin embargo, para mí, todas las encuestas publicadas en los últimos meses —independientemente de si el presidente registra una aprobación más cercana al 30% o al 40%, o si cierto candidato marca un 15% o un 25%— revelan dos tendencias claras. La primera es que la popularidad de Petro parece haber alcanzado un piso del cual no desciende, y la segunda, que los aspirantes que han emergido hasta ahora son o bien desconocidos para el público general o, cuando no lo son, apenas marginalmente más populares que el presidente.
En la última edición de la encuesta Invamer Poll, que se realiza en el país cada dos meses con la misma metodología desde hace casi treinta años, la favorabilidad de Petro se ubicó en el 32%: el mismo lugar donde se ha ubicado, con desviaciones alrededor del margen de error, desde los primeros meses del 2023.
Desde su primera medición como presidente, cuando su imagen positiva duplicaba a la negativa, la favorabilidad de Petro cayó rápidamente, convirtiéndolo en el mandatario cuya popularidad ha descendido con mayor velocidad desde que existen estos registros.
Sin embargo, su aprobación ha mostrado una notable resistencia, manteniéndose, según Invamer, en torno al 30% durante más de un año, una cifra lejos de ser irrelevante tanto en términos electorales como de gobernabilidad. Ni la crisis ministerial, ni el desencuentro con Trump, ni el escándalo de la UNGRD han logrado erosionar significativamente su imagen positiva: sigue siendo tan o más popular que Santos, Duque, Pastrana y Samper en los últimos meses de sus respectivos gobiernos.
Los escándalos y el caos que rodean su forma de gobernar, junto con la radicalización de su discurso desde hace meses, le han permitido a Petro conservar la lealtad de una base de seguidores que, aunque minoritaria, sigue siendo significativa.
Al mismo tiempo, las encuestas revelan que las alternativas que empiezan a perfilarse para 2026 no gozan de mucha más popularidad y que, por ahora, la mayoría de los aspirantes son completos desconocidos para el grueso del electorado.
Según la misma medición de Invamer, que también evaluó la imagen y el nivel de reconocimiento de 25 posibles candidatos, apenas cuatro de ellos son identificados y generan una opinión en más del 60% de los encuestados: Vargas Lleras, Vicky Dávila, Claudia López y Francia Márquez.
Pero, además, entre los aspirantes sobre quienes al menos la mitad de los encuestados expresaron una opinión, solo dos registran una imagen neta positiva: Sergio Fajardo, con una favorabilidad del 29% frente a una desfavorabilidad del 21%, y Juan Manuel Galán, cuya evaluación podría estar influenciada por la confusión con su hermano, el actual alcalde de Bogotá.
Así las cosas, la carrera por la presidencia, que se perfila como una de las más largas debido al lanzamiento prematuro de múltiples candidaturas, comienza con un presidente que, pese al caos que lo rodea, conserva una base de apoyo considerable y, mismo tiempo, con una contienda que está poblada por aspirantes que aún deben recorrer un largo camino para hacerse conocer y entre quienes, hasta ahora, no hay una figura con una ventaja clara en términos de favorabilidad.
O dicho de otra manera: todavía podría pasar cualquier cosa.
