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Ya no se trata únicamente de países ricos como Japón o Corea del Sur: también naciones como México, Brasil o India están enfrentando un escenario en el que los nacimientos ya no son suficientes para sostener el crecimiento de su población.
Por David González Escobar - davidgonzalezescobar@gmail.com
Mientras muchos siguen viendo la “sobrepoblación” como una de las mayores preocupaciones de la humanidad, lo que un número creciente de países enfrenta hoy es una amenaza desde el flanco opuesto: una caída pronunciada en las tasas de natalidad, que ya no afecta únicamente al mundo desarrollado, sino también a buena parte del mundo emergente, entre los cuales Colombia se ha convertido en uno de los países que lidera esa caída.
La tendencia a la baja de la tasa de fertilidad mundial —entendida como el número promedio de hijos que tiene una mujer a lo largo de su vida— ha sido una de las transformaciones demográficas más profundas del último siglo. Tras una caída pronunciada desde niveles superiores a 4 a menos de 3 hijos por mujer, impulsada inicialmente por la reducción de nacimientos en el mundo desarrollado a partir de los años 70, la tendencia se acentuó en los años 90 con el crecimiento económico y los procesos de urbanización en países como China y India. Desde la pandemia, sin embargo, el descenso ha sido aún más abrupto, llevando a un número creciente de países —ya no solo ricos, sino también de ingresos medios e incluso bajos— a ubicarse por debajo de la llamada tasa de reemplazo: el umbral de 2,1 hijos por mujer necesario para mantener estable la población en ausencia de migración.
Ya no se trata únicamente de países ricos como Japón o Corea del Sur: también naciones como México, Brasil o India están enfrentando un escenario en el que los nacimientos ya no son suficientes para sostener el crecimiento de su población. Y dentro de esta tendencia global de caída en la natalidad, Colombia destaca como uno de los países con el descenso más pronunciado.
Esta semana, el DANE publicó que en Colombia hubo 445.000 nacimientos en 2024: una caída del 14% frente a 2023, año en el que los nacimientos ya habían disminuido más del 10%, tras una fuerte caída del 7% en 2022. Con esto, se rompe abruptamente la estabilidad de la última década, en la que los nacimientos se habían mantenido relativamente constantes, alrededor de los 650.000 anuales.
Para dimensionar el tamaño de esta caída: Japón, país emblemático por su prolongada crisis de natalidad, en la última década no ha registrado una reducción anual mayor al 6% en el número total de nacimientos. Y en los últimos 50 años, nunca ha experimentado una caída superior al 10% de un año a otro: la disminución en los nacimientos que hoy está viviendo Colombia es de una magnitud que ni siquiera Japón —el referente mundial del invierno demográfico— ha llegado a conocer.
La caída de los nacimientos en Colombia del 10% en 2023 fue mayor que la registrada en países como Estados Unidos, Noruega, España, Australia, Finlandia, Suecia, China, Alemania, Austria, Francia, Corea del Sur y Singapur. Y conviene recordar que la caída en 2024 fue aún más pronunciada.
Así, la disminución en las tasas de natalidad —cuyas causas y consecuencias merecerían, por sí solas, una columna aparte— se está consolidando como uno de los mayores cambios que está viviendo nuestra sociedad. Muchos de los supuestos sobre los que se han construido nuestras economías, sistemas de seguridad social o estructuras educativas —por mencionar solo algunos ejemplos— están destinados a transformarse de forma radical si esta tendencia persiste.
Todo está ocurriendo ante nuestros ojos y, sin embargo, aún no terminamos de asimilarlo.