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Qué hacía la gente hace 30 años

Sí, un teléfono para toda la familia. Había que agarrar turno para hablar. Si usted estaba esperando una llamada, le advertía al resto que no usaran el teléfono o que hicieran llamadas cortas.

09 de abril de 2025
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  • Qué hacía la gente hace 30 años

Por Dany Alejandro Hoyos Sucerquia - @AlegandroHoyos

—¿Qué hacía la gente hace 30 años sin el celular? Me preguntó una niña la semana pasada. Como soy un hombre habitado por las nostalgias, —en plural porque son muchas y variadas— le respondí que éramos un poco más felices y dueños de nuestra vida. Me miró extrañada. Le aclaré: por ejemplo, para llegar a un lugar no dependíamos del GPS, simplemente nos aprendíamos el camino, buscábamos la dirección o preguntábamos. Ahora se pone en el celular la ubicación y le delegamos al aparato la responsabilidad: «Waze dice que llego en veinte minutos».

Antes, para una cita con los amigos se acordaba con tiempo. «Nos vemos a las ocho». Si usted no podía llegar a esa hora le decía a la mamá: «Mami, si me llama fulano dígale que llego a las ocho y cuarto, que me espere». Nada de: “Mandame la ubicación”. Nos tocaba explicar y eso hacía que uno se perdiera, pero también que desarrollara un mejor sentido de ubicación y del lenguaje. No existía el: “voy saliendo”, “en camino”, “llego en cinco”. Nada de eso. A la otra persona le tocaba esperar.

—¿Y qué hacían mientras esperaban?

— Pues nada, leíamos un libro, escuchábamos música, o como decía mi abuela, pensábamos en los huevos del gallo. Había más contemplación del mundo a nuestro alrededor. Éramos más observadores. Ahora, nos metemos en el celular en una ausencia presente.

Antes, hace treinta años en un parque veíamos a una muchacha caminar con su perro, o mejor, a un perro que arrastraba a una joven que vestía una blusa de tiritas y una falda con flores estampadas; dos adolescentes con uniforme del colegio, recostados en un árbol, sonreían, jugaban, se besaban; un perro callejero se asoleaba; una señora corría detrás de un bus, el carro paraba, se escuchaba el freno, la señora se acomodaba el bolso en el hombro, se subía sudorosa y soltaba un suspiro de alivio. Todo eso pasaba. Hoy también pasa, pero no lo vemos.

Antes, hace treinta años, teníamos mejor memoria. Sabíamos los números de teléfono de los familiares. El uso del teléfono era exclusivo, uno para todos los de la casa.

—¡Horrible! exclamó asustada. —¿Un teléfono para todos? preguntó.

— Sí, un teléfono para toda la familia. Había que agarrar turno para hablar. Si usted estaba esperando una llamada le advertía al resto que no usaran el teléfono o que hicieran llamadas cortas. Y si usted tenía una llamada larga con su novia, la mamá le gritaba: «¡Me sale más barato pagarle el taxi para que vaya a hacerle la visita!» Por eso se les ocurrió ponerle candado.

—¡¿un candado?!— Ella no lo podía creer.

— Sí. Un candado pequeño. Un bloqueo análogo. Para llamar había que rogarle a la dueña de las llaves que desbloqueara el teléfono. Hoy usamos la huella, el iris, antes se usaba un candado.

—Ay, no, la vida antes era muy maluca.

— Puede ser, pero había menos ansiedad.

— Es verdad, lo vi en un video de Tiktok, dijo mirando su celular.

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