Pico y Placa Medellín
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Por Daniel Duque Velásquez - @danielduquev
Durante años Medellín fue un ejemplo internacional en movilidad urbana. Su sistema integrado de transporte, liderado por el Metro, los Metrocables y el sistema de buses de Metroplús, le permitió destacarse como una ciudad que le apostaba a la equidad, la sostenibilidad y la modernización del espacio público. Pero hoy, esa apuesta está en riesgo. Mientras los vehículos particulares y las motos ganan terreno, el transporte público pierde usuarios, calidad y frecuencia. La movilidad en Medellín está colapsando.
Las cifras revelan un cambio de rumbo preocupante. Desde el año 2000, el número de vehículos en el Valle de Aburrá se ha multiplicado por casi cinco, y el de motocicletas por ocho. Hoy circulan más de 1.7 millones de automotores, mientras el número de pasajeros del Metro se ha mantenido prácticamente estancado desde antes de la pandemia. En paralelo, el sistema EnCicla enfrenta rezagos en mantenimiento, seguridad y expansión, y la red de ciclorrutas está desconectada y mal cuidada.
En lugar de redoblar la apuesta por un sistema de transporte colectivo, limpio y eficiente, seguimos invirtiendo miles de millones en más infraestructura para carros. El ejemplo más claro es el intercambio vial de Ayurá, una obra que costó más de 300 mil millones de pesos, financiada en buena parte con recursos de la sobretasa ambiental. Sí, esa misma sobretasa que debería destinarse a proteger el aire, el agua y los ecosistemas, terminó subsidiando más concreto y más contaminación.
Mientras tanto, el Área Metropolitana parece haber renunciado a su misión. No hay estrategias para fortalecer EnCicla, conectar las ciclorrutas de forma segura y continua, o para modernizar y hacer más atractivo el transporte público.
Mientras tanto, en Medellín nos estamos ahogando en nuestra propia contaminación. La calidad del aire en la ciudad (generada principalmente por automotores) está lejos de la recomendada por la Organización Mundial de la Salud; según cifras de esta entidad, la contaminación del aire causa unas 7 millones de muertes prematuras al año en el mundo, siendo una de las principales causas de reducción en la expectativa de vida a nivel mundial.
La movilidad sostenible no es un capricho de hippies. Es una necesidad urgente para respirar aire limpio, para disminuir los niveles de ruido que afectan la salud mental, para reducir enfermedades cardiovasculares y respiratorias, para construir ciudades más tranquilas y equitativas. Es, además, una decisión económica inteligente: invertir en transporte público y modos activos es más eficiente, genera empleo y mejora la calidad de vida de todos.
¿Qué debería estar haciendo el Área Metropolitana y el liderazgo político regional? Implementar un sistema tarifario integrado que reduzca el costo para los usuarios y priorice la intermodalidad. Ampliar las frecuencias y rutas de buses y metro. Promover la renovación de buses a tecnologías más limpias. Apostar por una red densa y segura de ciclorrutas interconectadas entre los municipios metropolitanos y potenciar a Encicla.
Medellín tiene todo para ser nuevamente un ejemplo de movilidad sostenible. Tenemos la densidad urbana, la tecnología y sobre todo, una ciudadanía que ha demostrado estar dispuesta a usar el transporte público cuando es digno y funcional. Pero necesitamos voluntad política.