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La fiebre de las soluciones fáciles

Claro que es más difícil explicar la complejidad que soltar una frase viral. Pero es justamente ahí donde se prueba el liderazgo.

hace 8 horas
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  • La fiebre de las soluciones fáciles

Por Daniel Duque Velásquez - @danielduquev

Colombia atraviesa una epidemia silenciosa pero peligrosa: la de las soluciones fáciles a los problemas complejos. Ya lo estamos viendo con propuestas como “cerrar el Congreso”, o con el famoso “10-10-10” de los impuestos: 10% de IVA, 10% de renta a empresas y 10% de renta a personas. Suenan atractivas en una frase corta, casi como un eslogan publicitario, pero en la práctica significaría acabar con el equilibrio de poderes o dinamitar la estabilidad macroeconómica y llevar al Estado a la quiebra.

Este no es un fenómeno nuevo. La política, sobre todo en tiempos de redes sociales, se ha ido convirtiendo en un concurso de ocurrencias. En lugar de explicar con rigor cómo se enfrentan los grandes retos de un país, muchos líderes prefieren la ruta del atajo: decirle a la gente lo que quiere escuchar, aunque no sea viable ni sostenible. Es una tentación que atraviesa a todas las orillas: desde quienes proponen constituyentes exprés o decretazos cuando el Congreso no hace lo que ellos quieren, hasta quienes culpan a los migrantes de todos los males de la inseguridad.

Pero lo grave de esta fiebre del facilismo es que erosiona la confianza en la democracia. Cuando un político promete que basta con cambiar un articulito, con perseguir a un grupo poblacional o con dar un bono para resolver la pobreza, genera una ilusión pasajera que termina inevitablemente en frustración. Y en esa frustración, la gente pierde la fe en las instituciones, se alimenta el populismo y se abren las puertas a liderazgos autoritarios que violan los derechos humanos y se aferran al poder.

Lo complejo es que muchos de los problemas que enfrentamos no tienen soluciones rápidas. La informalidad laboral, que afecta a más del 55% de los trabajadores, no se resuelve con un par de decretos. La crisis de la salud requiere ajustes estructurales que garanticen sostenibilidad financiera y calidad en la atención, no peleas a gritos entre el Presidente y las EPS. El orden público en las regiones no se arregla con una frase rimbombante de “paz total”, sino con presencia integral del Estado, recursos sostenidos y paciencia para construir confianza.

El cambio social verdadero exige tiempo, continuidad y coordinación. Los países que han logrado reducir desigualdades o fortalecer sus democracias no lo hicieron con un “truco mágico”, sino con políticas públicas serias que se mantuvieron durante décadas. En Colombia, necesitamos menos discursos de plaza y más acuerdos nacionales que nos permitan sostener un rumbo en temas esenciales: educación, seguridad, transición energética, lucha contra la corrupción y modernización del Estado.

Claro que es más difícil explicar la complejidad que soltar una frase viral. Pero es justamente ahí donde se prueba el liderazgo. El país necesita dirigentes que tengan el coraje de decirle a la gente la verdad, aunque no sea popular: que no hay salidas fáciles, que los cambios toman tiempo, y que la única forma de avanzar es trabajando juntos y con paciencia.

De lo contrario, seguiremos atrapados en la fiebre de las soluciones fáciles, que en el fondo no son soluciones, sino placebos que nos dejan más enfermos como sociedad.

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