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Francia Márquez fue, en su momento, una figura que representó la esperanza de millones de colombianos. En 2018, su lucha incansable contra la minería ilegal en el suroccidente del país le valió el Goldman Environmental Prize, conocido como el Nobel medioambiental. Tres años antes, en 2015, recibió el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos. Su voz resonaba con fuerza y autenticidad, convirtiéndola en un símbolo de resistencia. Sin embargo, su paso por el poder ha sido una sucesión de decepciones que hoy pesan sobre su imagen pública.
Desde su llegada al gobierno como vicepresidenta y líder del Ministerio de la Igualdad, Márquez ha desperdiciado su capital político. Con corte a noviembre de 2024, el Ministerio de la Igualdad había ejecutado apenas el 2,4% de su presupuesto, convirtiéndose en la cartera con los peores resultados en el gobierno. A pesar de las altas expectativas y las promesas que acompañaron su creación, la mayor parte de los recursos, según el Portal de Transparencia Económica del Ministerio de Hacienda, se han destinado a salarios y prestaciones sociales. Es inaceptable que un ministerio nacido para reducir las brechas históricas de desigualdad termine convirtiéndose en otro elefante blanco de la burocracia estatal.
Pero la decepción no para ahí. Uno pensaba que la llegada de Francia Márquez al poder sería también una oportunidad para voltear la mirada hacia el Cauca, su tierra natal, y enfrentar la crisis humanitaria que persiste desde hace años. No obstante, las cifras son escalofriantes. Según Indepaz, hasta el 29 de diciembre de 2024, se registraron 79 masacres en Colombia, de las cuales 13 ocurrieron en el Cauca. Además, la Procuraduría advierte que el 67% de los municipios del departamento presentan un alto riesgo en seguridad. El panorama es desolador, y la ausencia de resultados concretos agrava la percepción de abandono estatal.
Pero lo más preocupante, –quizás lo más decepcionante–, ha sido el deterioro de su imagen por sus malas juntas. El 31 de diciembre, Francia Márquez apareció reunida con el exalcalde de Medellín, Daniel Quintero, y el exgobernador de Magdalena, Carlos Caicedo. Ambos personajes han instrumentalizado como pocos la bandera del cambio para escalar posiciones de poder, dejando tras de sí escándalos de corrupción y gestiones mediocres con resultados decepcionantes. Francia Márquez llegó al poder como una promesa que ilusionó a millones. Hoy, su figura se diluye entre la ineficacia, los silencios cómplices y las malas compañías. No es solo su fracaso como líder gubernamental lo que duele; es la pérdida de un símbolo que representaba la posibilidad de otra política. Su llegada al poder era una oportunidad para demostrar que la lucha ambiental y el activismo social podían traducirse en buen gobierno. Sin embargo, lo que ha mostrado es una desconexión dolorosa con las expectativas que generó y una incapacidad para romper con las mismas prácticas políticas que históricamente han perpetuado la desigualdad en Colombia y que ella criticaba. Y quizás lo más triste es que su fracaso no la arrastra a ella, sino que debilita la credibilidad de otras voces que defiendan lo que ella alguna vez encarnó.
